La violencia de género y el maltrato infantil tardaron mucho tiempo en entrar en las agendas mediática y política. Ahora el velo ha caído, aunque todavía haya mujeres que mueren a manos de sus parejas o niños que reciben castigos físicos excesivos. Sin embargo, hay otra violencia dentro del hogar que sigue en el armario. Se trata de hijos adolescentes que agreden física o psicológicamente a sus padres o abuelos. Es la llamada violencia filioparental, un fenómeno muy preocupante porque el número de casos aumenta a velocidad de vértigo. Lo hace en España y también en Castellón, donde solo en el último año 80 padres denunciaron a sus hijos por maltrato.

Casi inexistentes en la década de los noventa, los casos empezaron a aumentar a un ritmo preocupante a partir del año 2000. Y en el último año han vuelto a dispararse. Los datos de la Memoria de la Fiscalía General del estado del 2017 revelan que, en el último año, la Fiscalía de Menores de Castellón ha abierto 80 expendientes por agresiones de hijos a padres, más del doble que en un año antes, cuando fueron 37. En el conjunto nacional los casos se elevan a 4.355. «Este tipo de procedimientos absorben una buena parte del quehacer diario de las Secciones de Menores, hasta el punto de que en bastantes provincias la mayoría de las medidas cautelares acordadas lo son por estos delitos», se asegura en la Memoria, que alerta que cada vez se observan más casos de delitos contra los progenitores cometidos por menores de edad inferior a los catorce años.

Los datos que maneja la Fiscalía son solo la punta del iceberg. Y lo son porque la mayoría de los casos no se denuncian, aunque los psicólogos aseguran que las agresiones de hijos a padres ya copan buena parte de sus consultas. «Hace años que existe preocupación por este tipo de violencia. Cada vez se reconoce más y se busca ayuda para abordar el problema y, de hecho, en mi consulta ya es uno de los temas que más atiendo», asegura Nerea López, psicóloga con un centro terapéutico en Almassora y que actualmente está cursando un Máster en prevención e intervención con adolescentes en riesgo y violencia filioparental. López describe que se trata, no obstante, de una realidad todavía «invisible» porque muchas veces se esconde «por vergüenza del que dirán o la culpabilidad del qué he hecho mal para llegar a aquí».

UNA EDUCACIÓN PERMISIVA // Pero, ¿por qué cada vez más padres acuden a un psicólogo o denuncian a sus hijos por malos tratos? Los expertos hablan de una patología social propia de la época contemporánea, que afecta a familias de todas las clases sociales y hay quienes consideran que el problema, esencialmente, es la educación demasiado permisiva y sin límites que recibieron estos chavales de pequeños. «El factor en el que sí parece haber acuerdo entre los diferentes estudios sería en las pautas educativas proporcionadas a los hijos. En estos casos, se encuentran padres excesivamente permisivos, sobreprotectores, que en algunos casos dotan a sus hijos de un mayor número de beneficios que de obligaciones. Por lo que, en escasas ocasiones se les presenta algún acontecimiento que les pueda provocar frustración. Como consecuencia, las demandas van en aumento y puede desarrollarse un comportamiento tiránico», argumenta Keren Cuervo, profesora del departamento de Psicología Evolutiva Educativa de la Universidad Jaume I (UJI) y autora del estudio Trayectoria delictiva y factores de riesgo de menores que ejercen la violencia filioparental.

Cuervo ha analizado el perfil de 57 menores de Castellón con expediente de violencia filio-parental en el Juzgado de Menores en el periodo 2011-2014. «El perfil encontrado en este estudio para este tipo de delito sería el de un varón de 16 años de edad, nacido en España, que cuenta con una agresión filio-parental y que también ha cometido otro tipo de delitos. En relación al perfil femenino, sería el de una chica de 15 años, nacida en España, que cuenta con un expediente de violencia filio-parental, que no ha cometido otro tipo de delitos», concluye.

MÁS VALE PREVENIR // Las medidas judiciales son una salida, pero la mejor receta es trabajar en la prevención antes de que se presente la violencia. «Hay que actuar. A veces se cree que el problema mejorará y nunca será así. Si no se busca ayuda y se aborda el problema, cuanto antes mejor, la situación empeorará en todos los casos», insiste la psicóloga Nerea López, que asegura que existe solución pero que hay que empezar a actuar desde su inicio.