En el centro neurálgico de Castellón, concretamente en la plaza Mayor, se erige imponente El Fadrí, un gigante de piedra de 58 metros de altura, con un diámetro en la base de 26, que representa sin duda uno de los símbolos de la capital de la Plana. Situado junto a la Concatedral de Santa María destaca por su desnudez arquitectónica y sobriedad decorativa.

La historia de la torre se remonta a 1440, cuando comenzaron las obras de construcción, aunque una de las fechas claves en la obra se remonta al acuerdo municipal alcanzado el 7 de junio de 1591, en el cual se aprueba el reinicio de la fábrica del campanario partiendo del cuerpo de base edificado en el siglo anterior. A partir de aquella fecha, se leen en los libros de actas referencias de que la torre (que por aquel entonces se conocía como ‘campanariet’) estaba empezando a construirse.

El portugués Damián Mendes fue quien presentó los planos que el consistorio aceptó. Sin embargo, poco duró la actividad de este arquitecto en tierras castellonenses, porque en noviembre se ve sustituido por Guillem del Rey y Francisco Galiança de la Lancha, al frente de un grupo de canteros y albañiles que habían levantado la iglesia del Corpus Christi y el colegio del Patriarca San Juan de Ribera en Valencia. El precio total de ala atalaya castellonense se estipuló en 5900 libras valencianas. Una significativa lápida, ubicada a modo de amplio arquitrabe sobre la puerta de su entrada, da referencia del inicio de las obras, en 1591, así como de su remate 13 años más tarde (1604). Los munícipes de la villa comisionados para inspeccionar la construcción llevaron a cabo su labor con encomiable celo y es en 1593 el año del gran impulso de la edificación.

Un detalle poco conocido y muy significativo es la gárgola que sobresale del tambor superior al del reloj, orientada hacia el Ayuntamiento. Este desagüe no era otro que el del retrete de la prisión de eclesiásticos, por lo que algún chisotoso conocedor de su función lo denominó como el ‘pixador del Fadrí’, abundando para el chancero apelativo su forma testicular. Es evidente que la orientación de este pequeño canal no era caprichosa, ya que las aguas fecales recaerían sobre el primitivo cementerio.

La torre se convirtió, desde bien pronto, en el emblema arquitectónico de la ciudad, tanto por su voz como por su emblemática y severa efigie. Las estilizadas ventanas de la sala de campanas, cubierta con bóveda octogonal y el escudo de la villa en el centro, transmitían a los vecinos antiguamente tanto las efeméritdas y las festividades como ataques, calamidades o catástrofes.

En la terraza, en el florón circular de remate de la escalera de caracol, se ha epigrafiado el anagrama JHS (abreviatura del nombre de Jesús), bajo el cual está cincelado el año 1604 como referencia al término de la obra de esta torre, genuino icono de la ciudad, al que en 1941, en uno de sus epigramas, el poeta Bernat Artola, con socarrona perspicacia, apodó como Fadrí, en razón de su soltería respecto al habitual himeneo de los campanarios con las iglesias.

Más datos sobre el Fadrí:

  • Está inscrito en el patrimonio Nacional y en el patrimonio Cultural de la Generalitat Valenciana.
  • Tiene acceso libre de lunes a viernes a las 12.00 horas, pero para entrar hay que concertar la visita en el teléfono 964-22-75-56
  • Desde el primer momento, la propiedad de la torre, el derecho al uso de las campanas y la reglamentación de los toques fueron motivo de desavenencias y pleitos entre la iglesia mayor y el ayuntamiento.
  • Se trata de una torre campanario exenta, de planta octogonal, dividida en cuatros cuerpos.
  • Las vistas panorámicas que se disfrutan de la ciudad desde lo alto, como se puede apreciar en la imagen inferior, son espectaculares.

Fuente: Crónica de Castellón, de Tonico Gascó.