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Cuatro generaciones de farmacéuticos, e incluso puede haber una quinta a punto de nacer con Sofía, la nieta de Luis Mulet, actual boticario, si quisiera seguir el paso de sus predecesores. Es la historia de una familia, de un barrio y también de la memoria colectiva del Castellón eterno. A punto de cumplir sus 100 años, la farmacia de Mulet, la de la calle Segorbe, cambia de ubicación en el mismo vial, del número 57 al 39. Pero lo importante es el testimonio y la dedicación de unas gentes inmersas en la atención a los vecinos. No solo es farmacia. Ha sido y sigue siendo punto de encuentro, vivencias, sabiduría, asesoramiento y buenos consejos.

Como recuerda Luis, la farmacia fue fundada por su abuelo, «José Mulet Vila, quien tras estudiar en Madrid, instala su primera farmacia en Faura de les Valls (Valencia); de ahí pasa a Estivella, también en Valencia, y tras ser movilizado en la guerra civil llega, tras pasar por Burriana, a Castellón para ubicar su oficina en 1948 en la calle Colón». «Es en 1955 cuando la farmacia se establece en la calle Segorbe, en el número 57, en el corazón de La Guinea, «la primera botica que se ubica fuera del centro urbano de Castellón, en lo que entonces era la periferia de la ciudad».

‘El olor a rebotica’

Comienza en ese momento un vínculo de unión con los habitantes de esta demarcación urbana, En 1992, José María Mulet Ortiz, el hijo del fundador, coge el relevo. Hombre afable, campechano, con esa tradición liberal que tanto marca a los castellonenses, gran aficionado a los toros y que continuó con esa estrecha relación humana y personal con los vecinos. Una personalidad descrita como «farmacéutico eminente llevando siempre una vida intensa impregnada a olor de rebotica, un gran luchador entusiasta y con una capacidad de entrega sin límites». Fundador del Colegio Universitario de Castellón, empedernido fumador en pipa y gran conocedor de las plantas medicinales.

Luis Mulet recogió el testigo al morir su padre, en 1994. Un óbito que dejó un hueco imborrable en Castellón y, sobre todo, en el barrio que tanto quería. Luis sigue el legado. Implicado y comprometido, continúa adorando el barrio y también su ciudad, y trabaja ahora conjuntamente con su hija, Ana, en estado de buena esperanza y a punto de dar a luz a Sofía.