Desde la playa de Benicàssim, he vuelto a Castellón, mi ciudad, con la imagen en mi mente de aquellas tardes bajo la sombrilla, mirando al tranquilo mar, tal vez en busca del humo de los barcos, o meditando sobre la historia de mi vida, comenzando por el principio de mis actividades públicas sobre un escenario teatral. Y es que, vecino de la calle Gobernador, me vi atraído por lo que había sido el garaje del palacio del Obispo y los miembros responsables de la parroquia de Santa María lo habían convertido en una sala de actividades sociales y culturales, donde se representaba al menos una función de teatro cada semana. Impulsado por las Hermanas de la Consolación que dirigían el colegio de Huérfanos del que éramos casi vecinos, me convertí en actor de cualquier tipo de géneros, bajo la dirección artística de Javier Rambla, funcionario de un banco, a quien con el tiempo sustituiría Antonio Gascó Calduch, padre de Tonico, el actual Cronista Oficial de la Ciudad, niño al que recibimos todos con alborozo cuando se presentó con muy pocos añitos en el escenario teatral.

LOS QUE SE FUERON. De aquella generación de muchachos a los que nos unía la escena -solo chicos los primeros tiempos-, he recordado especialmente a los que ya no veo: Juan Sánchez Sabat, Vicente Moncho, Manolo Selvi, Manolo Arrufat, Los Cerdá, Manolito Vilar, Pedro Díaz, Felipe Bonillo… En realidad, el germen de los que pusimos en marcha el Toar y el Salón San Pablo, de la calle Pescadores, que también se usó -con éxito- como teatro, sus primeros tiempos aunque yo también me convertí en uno de los creadores de un programa que se llamaba -y se sigue llamando tanto en el centro municipal de la calle de Antonio Maura y el mismo Casino Antiguo-. Se trata de Los lunes, concierto, con mis entrevistas en directo con personajes de notable popularidad. Recuerdo a los toreros de la época, Rodríguez Caro, José Luis Ramírez y Fernando Zabalza, alternando con la intervención de un grupito musical, en el que lucía con su violín, el después presidente de la Diputación, Paco Solsona.

En este epígrafe, debo añadir también a la familia de nuestros primeros espectadores, la encabezada por el señor Paco y la señora Carmen, los padres de un Paco Pascual niño entonces, que los acompañaba cogido de sus manos, comenzando así nuestra profunda amistad ya para siempre. Lo mismo que Gabriel Durbán y Manolo Navarro, los primeros presidente de la Obra Atlético Recreativa, la OAR, mientras yo ejercía como secretario. Y de modo especial, aquel artista Vidal Serrulla que dotaba al escenario de muy bellos decorados de sugerentes colores y matices.

LAS PERSONAS. En realidad ya es sabido que las ciudades son las personas, quienes las habitan y las viven, las que le dan un carácter propio.

Desde aquellas primeras elecciones democráticas de la llamada Transición, en que fuimos muchos a los que nos afectó la emoción de lo que era “una primera vez” y nos vimos obligados a que las mirásemos con ojos nuevos, con la aparición de un viento de singulares búsquedas de tiempos presentes y pasados.

Naturalmente que ya está todo dicho y escrito. Por Llorens de Clavell y Viciana, por el Padre Vela y Bernardo Mundina; por Balbás y Mosén Betí, por Llinás, Carbó, por don Ángel Sánchez Gozalbo, Gimeno Michavila, Vicente Traver Tomás, Codina, Sánchez Adell, Luis Revest, por algunos más sin duda. Pero aseguraría que fue precisamente el archivero Don Luis, el que me lo decía muy a menudo:

--¡Qué grande eres Tomás, que primero hablas de lo primero y después de lo segundo.

Nuestra Carta Puebla está fechada en 1239, cuando Don Nuño Sancho cede tierras a 54 pobladores, situadas en el entorno a de la alquería de Benimahomet, con casas y parajes del término, tal y como está escrito en el Llibre del Repartiment. De todas maneras, hoy puede afirmarse que la ciudad de Castellón fue oficialmente fundada el 8 de septiembre de 1251 a través del Privilegio del Traslado que el Rey Don Jaime I firmó en Lérida y por el que daba licencia al lugarteniente general del Reino, Ximén Pérez de Arenós para que se pudiese trasladar la villa castellonense al llano desde la árida montaña.

Y es que, conquistada Burriana a los moros en 1233 por Don Jaime I y su gente, hacían incursiones desde la misma a los poblados próximos, conquistando así también lo que empezó llamándose Castelló de Burriana, Borriol. Les Coves de Vinromà, Alcalatén y Villafamés, según refiere la Crónica Real. En aquellos años no se hacía mención en ninguna parte a la ciudad como a Castellón de la Plana.

EL SOBRENOMBRE. El sobrenombre de la Plana apareció en una relación de lugares que el siguiente rey, Don Jaime II, proyectó en 1308 a conceder a su futura nuera, doña Leonor de Castilla, como espléndida dote y arras de boda. El castillo donde todo empezó es conocido en las documentaciones con el nombre de Castell Vell, único como es sabido en el cerro del primitivo poblado, alrededor del cual existían algunas construcciones entre las que se encontraba la primitiva iglesia, la actual ermita de la Magdalena, tan impresionante y hermosa, entonces y ahora.

Entre 1249 y 1250 ya Don Jaime I autorizó el traslado de pobladores, a los alrededores de la alquería de Benirabe. Y el tercer domingo de Cuaresma del año siguiente, en 1252 se llegó a lo que entonces, como señaló el Padre Vela y lo ha hecho también don Luis Revest, a lo que se bautizó como el nou lloch. El Traslado.

Con el tiempo, en las Cortes de Cádiz, la ciudad de Castellón y su escenario, fue proclamada como capital de provincia. Ocurrió en 1833. Pero antes y después, ¡han ocurrido tantas cosas…!