Hubo en Castellón unas épocas en las que se iban consignando los hechos y los nombres de algunos seres humanos, según nos han informado los cronistas de todos los tiempos. Y aparecían los llamados dietarios o libros de memorias, generalmente manuscritos, que daban testimonio de nuestros antepasados. Aquellos ejemplares, de los que muchos se conservan en archivos y bibliotecas especializadas, dejaron de aparecer poco a poco cuando aparecieron las primeras hojas impresas de publicación periódica, precursores del periodismo.

A principios de este siglo, se reeditó una obra mágica del padre agustino Josep Rocafort, en edición municipal. Y el autor y algunos de sus personajes, ya han ido desfilando por estas páginas de los sábados. Obras suyas, que tuve el gusto y la ilusión de leer con entusiasmo, recuerdo que me refrescaron algunos datos de la vida de mágicos seres humanos como Isabel Ferrer, tan llena de amor ella y de pasión.

En este caso, aprovecho la imagen de Isabel que dibujó el genial Lorenzo para estas páginas.

Todo el mundo ha sabido --las enciclopedias así lo indican-- que Isabel Ferrer fue una generosa dama de acomodada familia castellonense del siglo XVIII, que murió soltera y donó sus bienes para la creación del primer colegio de Castellón dedicado a la enseñanza de las niñas desfavorecidas, centro y propósito que recibieron el beneplácito y la protección del rey Carlos III, que va apareciendo de vez en cuando en estas páginas, como personaje secundario o citado de pasada, simplemente testimonial. Y la verdad es que la inmensa labor de este monarca para dotar a España de un aire liberal, culto y moderno, le convierten visto desde ahora como el rey del siglo de las Luces, de la Ilustración y de la modernidad.

COLEGIO DE NIÑAS. El colegio de niñas, situado en la hoy calle de la Enseñanza, abrió sus puertas el día 1 de octubre de 1778, cuando el llamado Censo de Floridablanca o el posterior del botánico y viajero Cavanilles, otorgaban a Castellón un padrón de 3.400 viviendas, es decir, unos 12.000 habitantes, dedicados en su mayoría a la agricultura, al cultivo de la tierra tanto siendo de su pertenencia o como contratándose de jornaleros, aunque ya el núcleo urbano principal está enseñoreado por los artesanos de oficios varios y propietarios de distintos niveles que iban configurando la burguesía de aquellos tiempos.

Me encanta también ahora el poder decir que esta calle, con anterioridad, se denominó calle del Canyaret, posiblemente por ser una barraca de aguas, que tenía su salida un poco más hacia abajo, por la isleta, desagüe a través de la muralla en el final de la calle Núñez de Arce. Ya en lo que después se convirtió en la conocida calle Gobernador.

SU VIDA. El cronista Rocafort, en el capítulo correspondiente a reseñar las familias más representativas de la ciudad, villa entonces, sitúa con capítulo propio la de los Giner. Y aclarar que el primero, don Jaime, tuvo dos hijos, Laureano y Magdalena; el chico contrajo matrimonio con Ignacia Castell y tuvieron una hija llamada Isabel, que se casaría con el militar Carlos Ribera y no tuvieron sucesión. Y un hijo, Joaquín, que se casó con Josefa Alendalagua y tuvieron por hijos a Antonio, que sería con el tiempo presbítero de Santa María; a Joaquín, que se casó con Mariana Vera; Teresa, que contrajo matrimonio con el mariscal de campo Manuel Bretón; a Manuela, que se casaría con Francisco Giner, concejal de Castellón y nada menos que Barón de la Puebla; finalmente a Vicenta y Bautista.

Por su parte, Magdalena, hija también del primer Jaime Giner, casó con el doctor Manuel Ferrer, los padres de nuestra Isabel Ferrer y Giner, que nació en Castellón el 1 de octubre de 1728, emparentando ya con gran número de ilustres familias castellonenses.

Ya es sabido que hay cosas que no nacen en tu corazón para perdurar, son simplemente episodios de tu vida que si es cierto que dejan huella (como le ocurría a Isabel con sus pretendientes), no tienen sin embargo la profundidad de un sentimiento que tengan vocación de eternidad. Y eso lo tenía lleno Isabel Ferrer de amor a los demás, a los más necesitados sobre todo, entre los que repartía su generosidad y su amor por Castellón. Socorría a personas, mejoraba altares de iglesias y distintos conventos, patrocinaba sermones de los más famosos oradores religiosos, aunque su gran obra, al cumplir los 50 años de edad, fue la Fundación de la Casa de la Enseñanza para Niñas, ubicada en su propia casona familiar y a la que concurrieron en un principio 220 chiquillas tuteladas por tres maestras que se trajo desde Valencia, con todos los gastos a su cargo, incluido el mantenimiento total del nuevo establecimiento.

REAL LICENCIA. Por todo lo dicho, el rey Carlos III, con fecha del 12 de octubre de 1786, emitió una Real Licencia de ayuda, argumentando que la casa de Isabel Ferrer posiblemente no será en lo sucesivo capaz para todas las niñas de la villa. Por lo que ofrece la asignación de 14.000 libras.

El día 22 de diciembre de 1793, Isabel Ferrer murió en Castellón. Y el escribano Bernardo Vicente hizo público el testamento, documento de gran valor histórico. En él se especifica el legado de la casa y de todos los bienes de Isabel, que eran cuantiosos «a todas las niñas pobres de Castellón…».

La casa, que heredaron la Iglesia y la Ciudad de Castellón, pasó con el tiempo a ser propiedad del Obispado, que en el año 1982, la vendió al Colegio de Arquitectos de Castellón, para su sede colegial, aunque con un pliego de obligaciones a los compradores. Se efectuaron profundas reformas interiores, pero siempre respetando la hermosa fachada que el Ayuntamiento incluyó en su listado de monumentos protegidos, dentro del Plan General de Ordenación Urbana en 1984, con el objeto que siempre perdure el recuerdo de esta piadosa y notable dama castellonense.

LAS CALLES. Además de las que están a nombre de Isabel Ferrer y de la Enseñanza, también hay dos calles de protagonismo. Una de ellas está situada entre las de Cervantes y de San Luis, cruzando la de Antonio Maura. Su denominación data del 11 de mayo de 1893. Popularmente se ha conocido siempre como el carrer Cassola, ya desde 1474.