Fiesta 24 horas durante nueve días. ¿A quién no le puede gustar la Magdalena? Entre otros, a los perros que tienen miedo a los petardos, pero la educadora canina Cinta Marí tiene la solución: «Es un problema que se trata ayudando a la confianza del animal. He conocido familias que no podían encender la cocina porque su perro asociaba el ruido del mechero al petardo y se alteraba, pero al final en nuestros talleres poníamos una mascletá y no había reacción».

Añade esta castellonense con una década de experiencia en la materia que «el éxito de los talleres es del 100%. Solo hubo dos casos el año pasado en los que no funcionó y en uno fue por problema de un chico que no siguió nuestras pautas y en otro porque el animal estaba enfermo». Cinta Marí imparte unos cursos sufragados por la Concejalía de Salud Pública en su clínica ubicada en la Calle Guitarrista Fortea de Castellón y defiende que con estas terapias los resultados no tardan en llegar: «Trabajamos lo que en humanos llamaríamos autoestima. Llegan perros por ejemplo que no son capaces de meter la cabeza en bebederos y poco a poco vamos quitándoles el miedo». Sobre el porqué tienen algunos animales pánico a los estruendosos petardos afirma lo siguiente: «Es un ruido muy fuerte y les asusta. Reaccionar a un ruido no es malo, pero en Magdalena se suma eso a los fuertes olores a cerveza, vino, música, cambios horarios… Si en una aldea que nunca pasan autobuses de repente un día pasan 60, también llamaría la atención de los vecinos porque cambia la rutina».

Desaconseja tanto para este problema como para cualquier otro en la conducta de nuestras mascotas «el empleo de collares que pinchan o descargas eléctricas» y defiende como especialista en la materia que «no hay razas peligrosas. Ningún perro tiene predisposición a morder a las personas, sino que hay leyes recaudatorias que no están diseñadas por especialistas que entiendan de perros». Amplía su tesis de la siguiente forma: «Demasiado bien están los perros de ciertas razas que salen a la calle esposados, sin poder oler porque llevan bozal y con una correa enana. Es imposible que estén equilibrados».

Sobre sus primeros pasos como educadora canina recuerda que fue su perro quien le hizo formarse en la que sería su profesión: «Hace 17 años mi perro tuvo un problema y pese a que me recomendaban que lo solucionara con un collar de pinchos, vi que eso no arreglaba nada. Comencé a leer libros y a recibir cursos en Madrid y Barcelona, me apasioné y ya llevo diez años en esto». Más allá de los petardos, el mayor problema que tienen los animales que acuden a esta educadora canina son «los perros que han agredido o intentado agredir» y recomienda «recibir charlas preventivas para conocer a tratar a un animal antes incluso de tenerlo». De hecho, ella las imparte de forma gratuita los segundos martes de mes en la librería Argot a las 19.00 horas.

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