Con la celebración de la muy variada cantidad de actividades de todo tipo que nos ha proporcionado la semana magdalenera, ha quedado muy claro que podemos hablar con propiedad de la unidad y la diversidad de nuestra provincia castellonense.

La verdad es que cuando el viajero recorre la cornisa mediterránea española y llega a la ciudad de Castelló, ningún signo le avisa de que en las inmediaciones de la capital magdalenera se produce la intersección del Meridiano 0º de Greenwich y el Paralelo 40º de latitud norte.

Un hecho de relativa singularidad astronómica y de escaso interés como atracción de forasteros, pero que tal vez merecía, o merecería, ser materializado con algo concreto, como una celebración especial o, simplemente, con un testimonio documental.

En cualquier caso, la circunstancia señalada sitúa nuestra provincia en la zona de latitudes medias del globo terrestre, lo que, justo a su posición costera, ayuda a comprender las características modernas y mediterráneas de su clima. Y esto, al forastero o visitante esporádico, ya comienza a decirle algo.

EN EL MAPA. Al contemplar el mapa, la provincia de Castellón ofrece la circunstancia costera a lo largo de 120 kilómetros. La superficie del espacio geográfico provincial, hay que recordar, que es de 6.678 kilómetros.

Desde el río de la Sénia hasta Almenara y desde las playas mediterráneas hasta los confines de Aragón, la provincia de Castellón se ofrece como un territorio de perfiles compactos al que --dentro de los indiscutibles caracteres valencianos de que participa- la geografía-- dotó de unos rasgos de indudable personalidad. Rasgos que, por otra parte, también la historia supo respetar con unos hechos diferenciales, que resulta difícil negar o desmentir.

Pero es forzoso reconocer la rica variedad de matices y estilos que la integran, en el paisaje y en el paisanaje.

Y es que la naturaleza costera de nuestro territorio, bañado por las templadas aguas del Mediterráneo, en su mayor parte de suaves playas, establece una clara diferenciación con las tierras agrestes del interior, que se empinan en el Penyagolosa hasta la altitud de 1.813 metros. Es el Castellón de la Plana y también de la montaña, con una franja litoral de frecuentes regadíos y de dos terceras partes de la superficie provincial en las que impera el secano en una orografía dura y difícil por lo montañosa. Tierra de contrastes, por unos ancestrales saberes labriegos, además.

ECONOMÍA. En un principio, el protagonismo lo tuvo la agricultura y, sobre la base de una importante realidad agraria, llegó después el impulso de la industria y, desde ya un buen tiempo, ha añadido a su economía las enormes posibilidades del turismo. En todo ese conjunto socio-económico se manifiesta, como una constante circunstancia de los castellonenses, una decidida vocación exportadora. El mercado europeo no es algo nuevo, sino lugar bien conocido desde antiguo por el comercio de la provincia de Castellón en toda su amplitud.

Y en ese contexto, brillan los valores humanos de los castellonenses como protagonistas que no renuncian a su futuro. Hombres y mujeres de toda la provincia, con un marchamo común: poco dados a la exteriorización ruidosa, pero de hondos convencimientos, como se ha puesto de manifiesto en esta semana magdalenera, en la que hemos estado unidos unos y otros. Respetuosos con los antiguos preceptos, como si el viejo Derecho Romano corriera aún por sus venas, las de todos nosotros. Podría decirse que la vieja blusa negra, que llevaban habitualmente en las ocasiones solemnes más que una prenda luctuosa de un espíritu luctuoso, era como la toga del cives responsable, tallado en piedra para la vida civil.

LA ORFEBRERÍA. Escribo estas líneas desde mi domicilio particular en la calle de los Orfebres Santalínea. Y a estas alturas de lo escrito, tengo la impresión de que, además de la agricultura, la ganadería y el comercio de la lana, las comarcas del Maestrazgo y de Morella conocieron un gran auge de las actividades artísticas, especialmente la pintura de retablos y la orfebrería, en los tiempos finales de la Edad Media. Durante varios siglos brilló la familia de los Orfebres Santalínea. Aunque en representación de uno y otros, se ha elegido para ilustrar la página un elegante Tipo del Maestrazgo del pintor Puig Roda. Todavía estamos de fiesta.

La verdad es que una singular tradición cultural impregna todo el ámbito de la provincia. Sin embargo, dejando aparte la misma existencia de dos lenguas, hay caracteres matizadores en cada una de sus comarcas. Unidad y diversidad de una provincia en la que se confunden el azul del mar en el verde de los naranjales de la Plana, con el azul más claro del cielo sobre las montañas en el ocre del Maestrazgo.

En resumen, que todas las comarcas castellonenses son variables y sonidos de un mismo acorde musical. Una sinfonía.