"Desde fuera algunos nos ven como una secta, pero es todo lo contrario; en la masonería es muy difícil entrar y muy fácil salir. Vendría a ser como un club de golf que sirve para conocer gente y para el enriquecimiento personal». Son palabras de una voz autorizada en la materia como José Carlos García, pasado maestro instalado en la Respetable Lógia Génesis 61 (imagen inferior), una de las tres que existen hoy en Castellón y que siguen los pasos de la pionera Tres Estrellas, fundada en 1879 bajo los auspicios del Grande Oriente Nacional.

Este taller convive en la provincia con la Logia Manuel de Fabra 60 y la Logia Migdia. Entre las tres cuentan con un centenar de masones, una cifra superior a la registrada en la época franquista de represión y persecución de esta sociedad, pero por debajo de la edad dorada en la República.

En la provincia históricamente han existido logias en localidades como Vinaròs, Alcalà, la Vall d’Uixó, Segorbe, Nules, Vila-real, Morella, Vilafamés y Torreblanca, pero los años de dictadura pasaron factura. Hoy, según asegura José Carlos García, esta sociedad «está en crecimiento en Castellón; lento, pero crecimiento».

Una de las leyendas que han acompañado a la masonería es la de la influencia de sus miembros. Este mito se convirtió en realidad en la capital de la Plana cuando uno de sus integrantes, Francisco González Chermá, se convirtió en alcalde. Su testigo en el republicanismo local lo recogió Fernando Gasset Lacasaña, también masón y varias veces concejal.

Pese a que esta institución no se adscribe a ningún partido, políticamente estuvo ligada al republicanismo como demuestra la presencia en ambas corrientes de figuras como Alejandro Lerroux o Blasco Ibáñez, amén de los provinciales Álvaro Pascual Leoné, natural de Vinaròs, o el burrianense Vicente Marco Miranda, ambos diputados en las Cortes en 1931. Otros ilustres locales como José Fola o Sos Baynat también fueron iniciados.

Pese a estos precedentes, hoy en día según José Carlos García su logia cuenta «con un sinfín de profesiones, pero ningún político. Soy ingeniero, pero hay desde abogados a parados, camareros... Si alguien viene para ser alcalde se va a llevar una decepción».

En la misma línea se muestran Matilde y Roberto desde la Logia Manuel de Fabra 60, la más numerosa de la provincia. «Hay masones de todas las facciones sociales y edades. Yo tengo 27 años, pero existen hermanos que están ya jubilados. Somos personas con distintas inquietudes que las ponemos en común», afirma Matilde.

Roberto confirma lo siguiente: «Quien viene con ansia de poder a la masonería dura cuatro días. En mi caso me interesé por el cine y la literatura, me resultaba llamativo el mundo esotérico y simbólico porque creo que el mundo es mucho más de lo que se ve».

Para confirmar que ser masón no está ligado ahora al poder político ni económico, en ambas logias consultadas el precio para pertenecer a ellas «es similar a la cuota de un gimnasio, unos 30 euros al mes que sirven para pagar el alquiler del local, gastos...». Para entrar en ellas, así como participar en talleres y en los distintos ritos «hay que ponerse en contacto porque en la masonería está prohibido el proselitismo o la publicidad, y después superar varias entrevistas».

La mujer en la masonería

Uno de los temas más controvertidos de esta sociedad hoy en día es el papel de la mujer, pues en determinadas logias como la de José Carlos no se permite su entrada: «No se deja por tradición. Es importante respetar la libertad individual y existen logias para mujeres y para hombres como la mía. Si cambian las normas me saldría porque para mí el tema es importante».

Distinta es la situación de la Logia Manuel de Fabra, compartida por Matilde y Roberto, que por cierto se convirtieron en marido y mujer hace escasas semanas: «En el acta de fundación de la masonería de 1717, una de las firmantes era una mujer, la camarera de la taberna de Londres en la que se redactó el documento, así que no vemos el problema».

Un precedente judicial

Castelló fue una plaza especialmente relevante para la masonería en la última década del siglo XIX, pues fue aquí donde se celebró un juicio oral y público en el que el demandante fue el Grande Oriente Español y los acusados los presbíteros Wenceslao Balaguer Queralt, redactor del semanario católico La Verdad, y Andrés Serrano García-Vao, subdiácono de Tortosa. En dicho proceso se juzgaron los artículos en los que se vertían fuertes críticas a la masonería.

En la acusación figuraba el Gran Maestre del Grande Oriente Español, Miguel Morayta, y Vicente Dualde, abogado republicano, mientras que la defensa la encabezaban el polemista católico madrileño Ramón Nocedal y el abogado local y redactor de La Verdad, Vicente Gascó Pastor. El juicio, oral y público, se celebró en la Audiencia provincial de Castellón el 11 de noviembre de 1890, suscitando gran expectación y polémica. La querella se resolvió con la absolución de los acusados, pero hay que destacar que la masonería fuera capaz en ese momento de llevar al banquillo a dos sacerdotes, algo impensable décadas después cuando en el franquismo se señalaba a este movimiento como responsable de buena parte de los males acaecidos en España con la célebre "Conspiración Judeo-Masónico-Comunista-Internacional" a la que se refería continuamente el dictador.

"No somos una sociedad secreta, sino discreta, pero en algunos aspectos somos como una iglesia y la represesión durante el franquismo fue brutal. Franco mató por masonería más masones de los que realmente había en España en ese momento", afirma José Carlos García.

Presencia masónica en el cementerio de Castelló

Desde la Logia Manuel de Fabra, que lleva el nombre de un represaliado castellonense que llegó a ostentar el grado 33 en la masonería, el más elevado, destacan también la presencia de símbolos masónicos en los sitios más insospechados. "A mí me llamaba mucho la atención que aparecieran en obras como 'La Flauta Mágica' de Mozart, que era masón, o en las películas de Pixar. Los Minions, sin ir más lejos, tienen solo un ojo y una estrella en el cinturón, no puede ser casualidad", afirma Roberto.

En el cementerio de Castelló, como pasa en Buñol o en tantos otros, son habituales los símbolos masónicos en tumbas. Se presentan en el cementerio civil y son fácilmente visibles. Una muestra más de la presencia de una sociedad que vivió en la provincia los años dorados durante la República, pero que tiene el futuro asegurado.

Mucha de la documentación de este artículo procede del libro 'La Masonería Castellonense Contemporánea', de Joan Carles Usó i Arnal