La selectividad 2019 está ya en marcha en la Universitat Jaume I de Castelló para los 2.320 bachilleres y alumnos de FP que quieren ir el curso que viene a la universidad, y uno de cada tres, el 38%, se plantea irse a estudiar fuera, apostando por la vocación, por el grado deseado, y probando a ver dónde le da la nota de corte para entrar o por miedo a una futura precariedad en el trabajo.

Los que lo tienen claro, sin plan B, son minoría -un 20%, según los informes de los orientadores-, pero si tras el primer examen les ha ido bien, el subidón les da más confianza y rebaja los nervios; o más bien los altera, al contrario.

Ayer, a primera hora, la presión caía como una espada de Damocles sobre muchos de los alumnos concentrados en la Escola de Tecnologia i Ciències Experimentals, conscientes la mayoría de que «hay que apretar para optar a la carrera que quieres, aquí o en otra provincia o comunidad». Lo dice Josep Bru, de Castelló, que tiene claro que Medicina es su futuro. «Si no entro en la UJI o en València, veré Teruel, Madrid o Barcelona, donde sea».

En esto coinciden muchos de sus compañeros de batalla, en una primera jornada marcada por el impacto inicial, el calor en las aulas y un examen de Historia de España «más fácil de lo que pensaba», según el 90% de los encuestados a pie de aula por Mediterráneo.

LA CALIFICACIÓN, DETERMINANTE //

La vocación manda, y es clave para tomar la decisión de irse fuera, a lograr plaza en lo que uno quiere donde la nota le lleve. Y va a más en los últimos años, sumando en este 2019 hasta un 54% de los bachilleres, según los indicadores de los pedagogos. No obstante, muchos se guardan un por si acaso en la recámara. Como Víctor Bonilla, de la Vall, que quiere hacer «sobre todo Ciencias de la Tecnología Alimentaria en la Politècnica de València, o, si no, Química en la UJI»; o Dídac Llorca, de Burriana, que opta «por Medicina, donde entre, o Enfermería». En la otra cara de la moneda, Abel Górriz, de Jérica, no lo tiene «nada claro, solo que será una carrera del área científicotécnica».

La calificación es determinante y todos y cada uno de los que se examinan en la UJI «miran la milésima». «Hay que ir a por lo máximo, y te la juegas en cada examen, con la premisa, además, de que después de Historia de España viene otro y hay que cambiar el chip y darlo todo de nuevo», como explicó Joana Campos, de Castelló.

PRUEBA COMÚN //

La dictadura española de Miguel Primo de Rivera y más tarde de Francisco Franco se coló en la prueba inicial, común para los 2.320 selectivos, junto con la Restauración Borbónica. Uno pedía analizar las causas que provocaron el golpe de Estado de 1923, las fases de la dictadura y las diferencias con la posterior etapa franquista. Y el segundo, exponer los rasgos políticos del moderantismo y compararlos con los cambios de la Revolución de 1968.

Los alumnos, al acabar, móvil en una mano -«lo primero que he hecho al terminar es llamar a mi madre», explica la castellonense Laura Monzó--, y el almuerzo en el otro para coger fuerzas, se preparaban para Valencià. «No hay tiempo para lamentar si te ha ido mal», señala Marta Martínez, de Benicarló. Después, tocaba Matemáticas o Latín, Matemáticas Sociales o Arte. «Ha sido una jornada inicial sin incidencias», como señaló Sixte Safont, coordinador de las PAU en la Jaume I.