Vemos sus escaparates nada más salir de casa. Conocemos a sus dependientes, que en la mayoría de los casos son los dueños. Sabemos sus nombres y ellos saben si la fruta nos gusta más madura, si preferimos el pan poco hecho o la crema que se adapta mejor a nuestro tipo de piel. Son los comercios de proximidad, los de toda la vida. Quizás no tengan los ofertones de las grandes cadenas o la variedad de marcas de los gigantes de la distribución, pero poseen otras muchas ventajas. Y la mala noticia es que en Castellón estos establecimientos van desapareciendo poco a poco. Durante el 2018 bajaron la persiana otros 164, a una media de casi 14 al mes. O lo que es lo mismo, cada dos días cerró una tienda en la provincia. Y todo apunta a que la sangría continuará este año.

Los últimos datos que acaba de hacer públicos la Oficina Pateco de Comercio y Desarrollo, del Consejo de Cámaras de Comercio de la Comunitat, no dejan lugar para las dudas. Castellón cerró en el 2018 con 7.117 locales dedicados al comercio minorista, un 2,3% menos que a finales del 2017. El problema es que llueve sobre mojado y si se comparan los datos de ahora con los de hace ocho años, el roto todavía es más espectacular. Nada menos que desde el 2010 han bajado la persiana 1.093 establecimientos en la provincia. Y lo llamativo es que Castellón cuenta con muchos menos comercios que hace 20 años. En 1999, y según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE), se contabilizaban 8.846 tiendas (1.729 más que ahora) y eso que entonces había 109.000 habitantes menos.

CALLES CON ‘SE ALQUILA’ // Barrios como el Raval de la Trinitat, en la capital, son un buen ejemplo de lo que ha sucedido en los últimos años. En la calle Trinitat, antaño uno de los ejes comerciales más importantes de la ciudad, los carteles de se vende o se alquila se cuentan por decenas. ««Solo en un pequeño tramo del final de la calle Navarra suman hasta una veintena de locales cerrados», apunta Inma Roig, presidenta de la asociación de vecinos. El patrón se reproduce en otros barrios de la ciudad y en muchas calles de Vinaròs, Benicarló o Vila-real. A veces llegan vecinos nuevos como casas de apuestas o locales de manicura, mientras que los comercios familiares desaparecen a medida que a sus propietarios les llega la jubilación.

Pero, ¿por qué cada vez quedan menos comercios en Castellón? ¿Por qué decenas de tiendas siguen bajando la persiana si la crisis se da por finiquitada y las familias vuelven a consumir? Para los que conocen bien el sector el declive empezó a finales de los noventa, cuando llegó la competencia de las grandes superficies. Pero fue con el inicio de la crisis, en el 2008, cuando las cosas se pusieron todavía más cuesta arriba. Bajada del consumo de las familias, liberalización de horarios comerciales, rebajas sin control y la puntilla definitiva: la revolución de las ventas por internet.

Mauro Gómez, vicepresidente segundo de Confecomerç CV, la patronal del pequeño comercio valenciano, y gerente de la librería Plácido Gómez de Castelló, insiste en que la situación para el sector es complicada. «Tenemos que profesionalizarnos y entrar en la venta en internet», resume, al tiempo que apunta que muchos de los comercios que ahora están bajando la persiana se abrieron con la crisis económica. «Hubo emprendedores que, por necesidad, apostaron por abrir su propio establecimiento y algunos no lo hicieron con la profesionalidad adecuada. Se lanzaron a la aventura y ahora muchos de ellos están cerrando», dice.

Pese a que la provincia cuenta con cada vez menos comercios, el sector da cada vez empleo a más trabajadores. Un ejemplo. En el 2018 el sector empleó en Castellón a 21.625 profesionales (15.079 asalariados y 6.546 autónomos), 148 más que durante el ejercicio anterior. La clave está en que quienes tiran del carro del empleo son las grandes superficies, mientras que el grueso de los negocios que se cierran cuentan con un solo trabajador. De hecho, los autónomos del comercio tocan mínimos y en ocho años su cifra ha menguado un 12%.

el papel de los ayuntamientos // Quienes en Castellón todavía mantienen la persiana subida y trabajan como autónomos aseguran que el comercio local «está agonizando». Encarna Martínez, portavoz en la provincia de la asociación de autónomos AUPA, y propietaria de un establecimiento dedicado al bienestar en el centro de la capital, apunta a que todo son problemas. «Los gastos se nos comen, nos pasamos la vida pagando, no tenemos vacaciones y es imposible competir con las grandes superficies. Y si las cosas no cambian la situación irá todavía a peor», avisa.

El panorama es que el es, y los comerciantes insisten en que los ayuntamientos pueden hacer mucho más. «Los hay que no valoran el papel que desempeña el comercio local, que es una de las tarjetas de presentación de cualquier ciudad. ¡Y menuda impresión si llegas al centro de una ciudad y tienes el 40% de los locales cerrados!», critica Gómez. Desde AUPA piden un plan de acción para dinamizar el centro de la capital, sobre todo, en verano.