Fernando Bovaira (la Vall d’Uixó, 1963) es uno de los productores más importantes del sector audiovisual español. Su trayectoria en el cine, avalada por éxitos como Mar Adentro y Los Otros, está íntimamente ligada al director Alejandro Amenábar, con el que ha estrenado recientemente Mientras dure la guerra, película ambientada en los primeros compases de la guerra civil española, que cuenta los últimos meses de vida del escritor y filósofo Miguel de Unamuno, y en paralelo el ascenso de Franco al poder.

--¿Cómo nació esta película?

-Alejandro conoció la anécdota de Unamuno leyendo un libro sobre la guerra civil y eso le llevó a investigar por qué tuvo que intervenir en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. A partir de ahí fue documentándose sobre el inicio de la guerra y decidió contar también la toma de poder de Franco, que es algo que no se conoce mucho. Franco al principio de la rebelión militar era uno más de la junta de generales, pero una vez se desata la guerra en todo el territorio acaba haciéndose con el cargo de jefe del Gobierno del Estado. Esta historia de poder y ambición contrasta con fuerza y concluye dramáticamente en la película con la deriva de Unamuno, que aunque apoya en principio el golpe militar para devolver la República a lo que era en un inicio, se va desencantando de su decisión para acabar en terreno de nadie. Se da una reflexión sobre esa tercera vía de intelectuales como Chaves Nogales, Ortega y Gasset o Gregorio Marañón, que no sabían muy bien en qué posición quedaban, en medio de un conflicto de extremos.

--Una posición, esa tercera vía, que tardó en reivindicarse.

--Ahora está adquiriendo vigencia. Fruto de la guerra, por las consecuencias que tuvo para unos y otros, las posiciones quedaron polarizadas. Después, la Transición fue un magnífico ejercicio de convivencia, pero también se cimentó en la intención de mirar hacia adelante, más que hacia atrás. Ahora, que han pasado casi cincuenta años de la muerte de Franco, la sociedad española debe mirar otra vez hacia su historia reciente para no repetir errores y asentar la convivencia.

--¿Es inevitable que una película española con esta temática genere polémica?

-Sí, y más en este caso, porque Alejandro tenía muy claro que necesitaba entrar en la cabeza de los personajes, hacer un retrato humano, no paródico ni maniqueo. Esa aproximación humana además se da no solo en Unamuno sino en Franco o Millán Astray, y eso puede suscitar y provocar posiciones encontradas.

--¿Qué queda de la España de entonces en la de ahora?

-Sigue habiendo cuestiones sin resolver, como estamos viendo: la cuestión territorial, que estos días está en plena vigencia con Cataluña; la desunión de la izquierda, como en los últimos años de la República o la reacción de los inmovilistas. Hay cuestiones que siguen resonando y que además no han terminado de solucionarse, aunque hayan pasado más de ochenta años. Pero evidentemente la sociedad española ha evolucionado muchísimo, se ha incorporado a la modernidad. Hay resonancias de aquella época, pero el avance del Estado de Derecho resulta innegable.

--¿Es complicado ceñirse a la realidad en la construcción de una película histórica?

-Es una película de ficción, aunque todos los departamentos, de arte, de vestuario, la producción… hemos intentando ceñirnos lo más posible a la verdad histórica. Hay alguna pequeña licencia que no afecta a la esencia de lo que se está contando. No hablaría de errores históricos porque la película se ajusta a la verdad de los hechos. No es un documental pero está muy bien documentada Y hemos contado con asesores históricos y militares. Desde ese punto de vista, creo que la película es irreprochable.

--Entre la parte de la industria y la del arte, ¿qué le gusta más de su trabajo como productor?

-Me gustan las dos porque las veo muy unidas. Para poder ayudar a un director a que realice su visión, hay que conseguir los medios económicos y técnicos necesarios para que la historia se cuente como tiene que ser contada, con los actores que necesita. Todo eso requiere de un trabajo de gestión de equipos, de financiación. Y después el trabajo del productor también incluye la comercialización, para que después de todo ese esfuerzo el mayor número de gente vea la película.

--¿Cómo valora la extensa trayectoria de Aménabar?

-Es un director que no se conforma. Se deja atrapar por historias que quizá no se parezcan superficialmente a lo que ha hecho antes, porque busca caminos nuevos, pero sí creo que hay una coherencia en lo que le interesa. Él es un gran humanista, y le interesa sobre todo la condición humana. En su obra hay una crítica del fanatismo y una defensa de la razón y de los valores humanos.

--¿Qué le diría a un joven de Castellón que quisiera dedicarse al mundo del cine?

-Que ahora es muy buen momento para dedicarse a este sector de la producción audiovisual, aunque se esté transformando muchísimo y muy rápido por la revolución tecnológica y la distribución digital. Está cambiando cómo se ve el cine, cómo se ven las series... Seguramente, las nuevas formas de distribución acabarán afectando también al contenido. El cambio está siendo vertiginoso, pero creo que puede ser un buen momento para empezar una carrera profesional.

--¿Mantiene contacto con su provincia natal?

-Sí, mi madre vive en la Vall, la visito en cuanto tengo ocasión y además tengo una casa en Benicàssim donde paso los veranos.

--¿Le gustaría rodar alguna nueva película en Castellón?

-Hace poco estrené una película en valenciano, La banda, de Roberto Bueso, que ha estado en los festivales de Málaga y Edimburgo, y estamos muy contentos con ella. La música la grabamos en la Vall d’Uixó. Grabamos la película en distintos lugares de València, y en el futuro volveré si puedo a rodar en la Comunitat y en la provincia de Castellón.

--¿Cuál es su próximo proyecto?

SEnDEstamos trabajando con Alejandro en una serie para Movistar que es la adaptación de un cómic de Paco Roca, El tesoro del cisne negro, y esperamos empezar a rodar a mediados del año que viene.