Es ley de vida. Desde un punto de vista biológico, todos los seres humanos nacemos, crecemos, nos reproducimos (o no) y, finalmente, morimos. En Castellón cada día lo hacen 15 personas y cada entierro tiene un coste medio de unos 3.500 euros, según datos de la Organización de Consumidores de España (OCU). Con esos dos elementos irrumpe un negocio muy estable, el de la muerte, que mueve unos 52.000 euros al día, 19 millones al año. Y subiendo. Porque a medida que la población de la provincia va envejeciendo, las muertes evolucionan en la misma dirección. El año pasado fallecieron 5.593 personas, un 15,6% más que durante el 2010, cuando fueron 4.837.

Féretro, sala de tanatorio, flores, gestión de documentos, esquelas, traslados al cementerio, personal de asistencia e inhumación en nicho y, cada vez más, incineración. Morirse no es barato. Por eso aumentan las personas que optan por sufragar durante muchos años de su vida un seguro de deceso. En Castellón, y según las últimas estadísticas de Unespa, la patronal de las compañías aseguradoras, 202.409 personas ya tienen contratada una de estas pólizas, un 2,13% más que un año antes. En el conjunto de España, con 21,7 millones de asegurados, el sector se hizo cargo en año pasado del entierro de 275.160 personas, el 61% del total de los fallecidos, y el de decesos ya es, tras el de automóviles, el producto asegurador con mayor implantación.

Más allá de los datos, tras cada servicio a la muerte hay decenas de personas que viven de ello. Operarios de cementerio, marmolistas, floristeros, piscólogos, conductores, gerentes de tanatorio... todos forman parte de un sector que en los últimos años se ha transformado radicalmente. Para los ojos de la mayoría, el trabajo de estos profesionales mezcla tabúes, reparos y, sobre todo, mucho desconocimiento.

Vicente Blay Casino tiene 63 años y lleva desde los 18 trabajando en la funeraria que en 1932 fundó su abuelo. «Soy funerario por vocación. Tuve la oportunidad de decidicarme a otra cosa, pero esta profesión siempre me ha gustado y aquí estoy al pie del cañón», cuenta el gerente de Nuevo Tanatorio-Funeraria Blay, con ocho funerarias en la provincia.

La familia Blay gestiona ocho tanatorios en Castellón, pero la cifra de instalaciones funerarias no ha dejado de crecer. En la provincia existen 36 (datos de Panasef, la Asociación Nacional de Servicios Funerarios), prácticamente el doble que hace 15 años. «Con la construcción de los primeros tanatorios, el ritual del entierro cambió radicalmente y la pompa fúnebre cayó en desuso» describe Blay Casino, que cuenta que España tiene la red de instalaciones mortuorias más amplia de Europa y, probablemente, la más moderna. De hecho, en España existen casi 2.000 tanatorios, y el sector factura 1.4000 millones al año, siempre según Panasef.

El primer tanatorio en Castellón se inauguró en 1993. Se trató del Tanatorio Magdalena, en la carretera de Borriol de la capital, otra empresas que poco a poco ha ido expandiéndose. «En poco tiempo abriremos uno en Almassora y vamos a construir otro en Moncofa», explica Francisco J. Cerdá, gerente de una funeraria que hoy cuenta con 7 instalaciones y una amplia red de delegaciones por toda la provincia.

Con los años han cambios las costumbres y hoy los tanatorios cierran sus puertas a las nueve de la noche (antes permanecían abiertos las 24 horas) y muchas misas ya se celebran en la propia instalación, sin ir a la Iglesia. «La sociedad ha cambiado y nosotros nos hemos adaptado a todo eso», insisten en el sector.

Lo que también ha cambiado es el destino final de los difuntos. Y ahí es donde entra en escena la incineración. En la ciudad de Castelló ya supone prácticamente la mitad. «Cada vez se incinera más y, además, la cremación es más común en las ciudades que en los pueblos, pese a que también está aumentando», añade Cerdá.

Otro sector que vive de la muerte es el de las lápidas. En Castellón existen, al menos, una docena de empresas que se dedican a su fabricación. Mármoles López, en Burriana, es una de ellas. «Las más demandadas son las más sencillas, aunque hacemos todo tipo de trabajos», cuenta Laura Ruíz, propietaria de una empresa que trabaja en Castellón, pero también en provincias como Tarragona o Albacete.