Los millenials lo desconocen, o lo habrán oído a sus mayores con la misma distancia con la que ellos aprendieron sobre la Antigua Roma. Pero Castelló tenía algo que la hacía única. Uno de sus puntos más céntricos, la plaza María Agustina, obligaba a los conductores a circular en el sentido contrario al de las demás rotondas. Una particularidad que, justo mañana, 23 de noviembre, cumple 15 años de su fin. El entonces concejal de Tráfico, Javier Moliner, anunció los cambios, que significaron modificar la señalización y los semáforos, aunque no el sentido de marcha de las nueve calles que allí confluyen. Por lo que según cuentan las crónicas del momento, la medida fue aplicada con normalidad, aunque hubo que reforzar la presencia de agentes de la Policía Local y se vieron algunos despistes.

Los motivos que impulsaron semejante cambio fueron evidentes. Los conductores de la ciudad tenían interiorizada esta particular forma de paso, pero el problema se daba cuando se acercaban personas de otros lugares, conscientes desde el momento en el que pusieron el pie en la autoescuela que en las glorietas se gira a la derecha. Otras razones fueron los cambios de la movilidad en el centro. En la segunda mitad del siglo pasado, la calle Mayor tenía mucho mayor tráfico que ahora, y con una rotonda al revés los vehículos podían incorporarse rápidamente hacia la nacional 340. La calle Mayor fue peatonalizada y este flujo de coches ya no existía. Además, en el entorno de la plaza se habían realizado obras que impedían mantener esta curiosa manera de paso. Así que tomaron la determinación y la historia de la trama vial de la ciudad cambió para siempre.

Críticas al cambio

La mayoría de decisiones relacionadas con la circulación, como los cambios de sentido en las calles, suelen acogerse con considerable indiferencia. En el caso de esta plaza --donde confluyen instituciones de calado para la ciudad y el conjunto de la provincia-- hubo su sector crítico, encabezado por el movimiento Maria Agustina no rode aixina. Un grupo de gente que a través de la red denunciaba «el fin, después de décadas de tradición, a una de las particularidades más características de Castelló». «A ello hay que sumarle los problemas circulatorios que ha supuesto cambiar la dirección de una plaza en la que confluyen nueve calles y el gasto innecesario de las arcas públicas», criticaron. Llegaron a imprimir camisetas con un vistoso logo, que se convertiría en pieza de deseo de los influencers locales de la época. A pesar de ello, no hubo reversión en la medida. María Agustina es, desde entonces, una glorieta más.

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