Hijo de una familia muy enraizada en nuestro pueblo, nació Vicente Traver Tomás en Castellón, el día 23 de septiembre de 1888, hace dos siglos.

Encuentro su primer rastro en su paso por el Instituto viejo, aquel antiguo caserón que durante trescientos años fue hogar de las monjas clarisas y que albergó luego, por espacio de tres cuartos de siglo, a la juventud escolar castellonense que, con el tiempo, tuvo ocasión de estudiar el bachillerato allí mismo. Estaba situado en la calle Mayor, en el espacio que hoy conocemos como la popular plaza de Santa Clara.

Acabado el bachillerato, la vocación de don Vicente quedó pronto definida y tras aprobar el ingreso estudió en Barcelona y en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, que le expidió el título de Arquitecto en 1912, a los veinticuatro años de edad.

En el último año de su carrera, ocurrió un hecho que marcó los caminos de su vida como arquitecto y como hombre. El brillantísimo alumno de Ingenieros, Carlos González Espresati, otro castellonense excepcional, fue siempre persona de grandes relaciones en las altas esferas del arte y de la cultura, donde también se encontraba el Marqués de la Vega-Inclán, primer Comisario Regio de Turismo y Cultura Artística Popular. Una conferencia del joven Espresati en la Casa del Greco, sirvió para que allí se encontraran dos castellonenses ilustres ya desde muy jóvenes, fueron primero amigos y después cuñados.

Esa amistad, no fue ajena al hecho de que don Vicente fuera nombrado arquitecto de la Comisaría Regia, hecho que se produjo en 1913, iniciándose así una etapa fecundísima en su labor artística y arquitectónica, con proyección general y en particular hacia la región andaluza, convirtiéndose la ciudad de Sevilla en el centro de sus actividades, centradas en el palacio de los Duques de Arcos situado en Marchena.

En Granada y con motivo de la creación del Patronato de la Alhambra, ocurrió algo especial. Me lo contó: «En una de las estancias en la Alhambra, participé en una serie de conversaciones de las que eran protagonistas el Marqués de la Vega-Inclán, su fraternal amigo el Conde Benalúa y el arquitecto conservador del monumento, el insigne don Modesto Cendoya. Aprendí más en aquellas conversaciones que en todos los años de mi carrera».

Y muy pronto comenzaron a llegarle condecoraciones y premios de todo tipo y en lugares diversos de España. Entre otras, por su labor en las restauraciones de la Casa de Cervantes en Valladolid y en el Castillo del Señorío de Layos en Toledo, propiedad de la Emperatriz Eugenia.

Con todo, hay que señalar que sus estancias en Castellón eran muy frecuentes. Aquí estaban todos sus amores. Y pudo preparar su boda con la distinguida dama castellonense doña Elena González Espresati, hermana del que seguía siendo su gran amigo, el ingeniero, poeta y escritor, don Carlos. Tuvo lugar la boda el 27 de noviembre de 1919 y, a su tiempo, fruto del matrimonio fueron sus hijos Elena, Vicente, María Francisca y Mercedes.

Y siguió manteniéndose en un tono muy elevado de castellonerismo familiar. Con ello, su hija Chedes fue reina de las fiestas de la Magdalena en el año 1953, mientras su nieta Carmela Virgili Traver lo fue en 1966.

Don Vicente fue nombrado también, en 1926, arquitecto general y director artístico de la Exposición Iberoamericana de Sevilla, con pabellones a su cargo de Turismo, de Extremadura, de Marina de Guerra y el llamado Pabellón Sevilla, consiguiendo por todo el Gran Premio de la Exposición en 1929 y la Medalla de Oro de París, consolidándose su prestigio por todo el mundo.

EN CASTELLÓN. Fue en 1933 cuando volvió ya con su familia y definitivamente a Castellón, con su aureola de «el mejor especialista como arquitecto muy destacado en la edificación y restauración de templos». Desde 1948 y por su condición de Académico o Correspondiente a las Reales Academias de la Historia y de las Bellas Artes San Fernando, también Santa Isabel de Hungría y San Carlos.

Y en cualquier entrevista que se le hacía para publicarse, no se recata en agradecer las felicitaciones que había recibido por su libro, extraordinario, titulado Antigüedades de Castellón de la Plana. La historia de nuestra tierra y de todos nosotros. Lo tuve en mis manos en Armengot, en 1958, con reedición en 1982. Y cuando le preguntaba a su autor, este respondía que «lo que tenía que decir lo he dicho ya en el libro».

Bueno, lo cierto es que Traver Tomás dedicó gran parte de su experiencia y de su talante como arquitecto y como hombre dedicado a la edificación y restauración de templos.

ALCALDE. A las once de la mañana del sábado día 15 de abril de 1939, con el ceremonial y solemnidad que son costumbre en esta clase de actos, se celebró la toma de posesión de don Vicente como alcalde y de los concejales que componían la nueva gestora municipal de Castellón.

El nuevo alcalde habló así:

--Un deber de obediencia me trae a ocupar este lugar en el Ayuntamiento. Y he de pronunciar unas palabras de gratitud a quienes me han colocado en este puesto, en especial al excelentísimo señor Ministro de la Gobernación, don Ramón Serrano Suñer. Si en todas las ocasiones los hechos son cargas que suponen los cargos, en este caso quiero decir que nosotros venimos dispuestos a realizar todos los esfuerzos precisos para el bien de Castellón. La ciudad, no solamente sus calles y sus personas, la ciudad es la vida que en ella se desarrolla, con pulcritud y con orden…

Y así fue escribiendo todas las páginas de su vida…