Quien más, quien menos habrá adquirido alguna vez un artículo en Wallapop, plataforma dedicada a la compra venta de productos de segunda mano en Internet. También es probable que haya recibido un paquete en su domicilio a través de un repartidor de Glovo. Lo que quizá no sepa todo el mundo es que estas dos empresas nacieron de la iniciativa de un vinarocense de 47 años, Miguel Vicente, considerado uno de los emprendedores más importantes del país y que desde el año 2012 preside Barcelona Tech City, asociación en la que conviven más de 800 empresas y que ha sido reconocida por Forbes como uno de los seis hubs o centro de operaciones más innovadores del mundo.

La historia del empresario comenzó en Vinaròs, donde pasó sus primeros años de vida. Fue allí donde ejercía de profesora su madre, y allí donde nacieron tanto él como sus dos hermanas. Posteriormente la familia emigró a Alicante, para acabar en Barcelona, donde estudiaría Ingeniería Industrial. Una vez licenciado pudo asentarse en una multinacional, donde ejercía de director general, pero apostó por el emprendedurismo: «Siempre digo que pasé por una situación similar a la del protagonista de Matrix, cuando podía elegir entre la pastilla roja y la azul. La roja significaba dejar un buen sueldo, una buena posición y unas vacaciones, pero pese a que mis padres eran funcionarios, preferí ahorrar a comprar por ejemplo un buen coche, y cuando tuve liquidez suficiente lancé una empresa, LetsBonus. Me tomé esa pastilla roja pese a que estábamos en plena crisis». No le salió mal la apuesta, pues creó la citada startup en 2009 y la vendió dos años después, consiguiendo pingües beneficios.

Ya como presidente de Barcelona Tech City asegura que no se arrepiente de la decisión tomada: «Dentro de diez años me veo haciendo lo mismo que ahora, porque hago lo que me gusta. Intento compaginarlo de la mejor forma posible con mi mujer y mis hijos, pero es muy enriquecedor y eres dueño de tu destino».

Miguel Vicente continúa vinculado a la provincia que le vio nacer. De hecho, recientemente fue invitado a dar una ponencia en Castelló en un congreso sobre cerámica que organizaba uno de sus mejores amigos, Javier Rodríguez: «Fue una experiencia muy gratificante. Dije que no sabía mucho de cerámica, pero al menos era de Castellón». Considera que en este territorio existe «una energía muy positiva en cuanto al desarrollo de proyectos».

Un extenso currículum

Con más de 20 startups a sus espaldas, a día de hoy sigue rastreando el mercado desde Antai Venture, una empresa de 500 empleados que busca oportunidades de negocio. Es aquí donde han nacido empresas como Wallapop, Glovo, ProntoPiso, Elma Care o SingularCover: «Hemos creado una media de tres compañías por año que versan sobre sectores tan dispares como el inmobiliario, la banca, seguros, productos estéticos, salud, coches o comida para mascotas».

De todas formas, el proyecto del que se siente más orgulloso es del de Barcelona Tech City, pese a que no le ha dado ni un euro al ser una asociación sin ánimo de lucro: «Aquí unimos lo mejor de la innovación y le damos proyección internacional. Como estudié con beca, intento devolver a la sociedad algo de lo que me dio en su día y creo que este proyecto dejará un gran legado para Barcelona y España». Pese a sus grandes aciertos, el provincial no oculta que en su trayectoria también ha cometido algún error: «Me ofrecieron invertir en Bolaboo, pero no tuve tiempo de estudiar el proyecto y no lo hice. Me arrepiento porque tiene un equipo fantástico, en breve sale a bolsa y soy cliente suyo».

Miguel Vicente lanza por último un consejo a los lectores que quieran seguir sus pasos: «El futuro de las startups pasa por el talento, que es lo que está cambiando el mundo. La tecnología no destruye empleo, sino que lo crea, y sectores como la biotecnología y la inteligencia artificial cambiarán para mejor el mundo y nuestra manera de vivir». Amén.