Hoy, Miércoles de Ceniza, el día nos invita a una reflexión sobre el tema de la muerte por aquello que nos recuerda el Génesis (3, 19): Memento, homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris (recuerda, humano, que polvo eres y al polvo has de volver). O, como decía Platón y otros filósofos, la vida es una meditación para la muerte; o más directamente afirmaba el existencialista Heidegger: el ser humano es-un-ser-para-la-muerte. Quizá hoy, en una época excesivamente vitalista en el mejor sentido de la palabra, meditar sobre la muerte no es frecuente, aunque uno sabe que es la realidad más indiscutible, pero intenta rehuirla, huyendo constantemente de sí mismo (verfallen, dice el filósofo, derrumbamiento).

Sin embargo, meditamos poco sobre ella y algunos parece que la rehúyen para que el temor desaparezca y les deje libres para vivir inauténticamente, aunque ello no impide su llegada. Sin apercibirse se instalan en una pseudoinmortalidad que les permite la corrupción y tantas otras cosas inhumanas.

Bien nos haría recordar en este día aquellos versos tan ciertos de Jorge Manrique: «Ved de quánd poco valor/son las cosas tras las que andamos/y corremos/que, en este mundo traidor,/aun primero que muramos/las perdemos». Pero algunos se obstinan en burlar la realidad y la conciencia e ignorar lo que hay tras la muerte con la que la vida se acaba.

*Escritor