Hermanos: Por si no lo sabéis yo soy de Onda (un ondí que se decía en el siglo XIX). Y hace unos días empezaron unas obras justo delante de mi casa, en El Recinto, dentro de lo que la alcaldesa llama Onda bonica.

La verdad que al espacio público al que me refiero le hacía falta una buena intervención. Pero como suele pasar en Onda cuando los políticos se meten a remodelar plazas, para mi gusto se pasan de modernos.

Pues bien, justo en el espacio que se pretende dejar bonico había dos árboles. Dos palmeras. Una más chaparra y otra imponente de más de diez metros de alta. La primera molestaba claramente para el proyecto bonico. La segunda en absoluto.

En eso que algunas vecinas se acercaron a la alcaldesa y, aprovechando que están de obras, le dijeron que tenían miedo de que la palmera cayera, ya que en los días de mucho viento podría romperse. Hasta ahora la palmera, que estaba sana, no había dado síntomas de nada… pero las vecinas tenían miedo.

¿La solución? Segarla por la base. Un árbol de más de 30 años, con un buen porte, tratado contra el picudo, desapareció. Y no se pensó en ningún momento que la solución podría ser reforzarla, anclarla o simplemente esperar a ver si realmente generara problemas.

No se si hubo informe técnico que avalara la solución adoptada por la nueva alcaldesa. Si no lo hubo lo habrá, seguro. Pero el hecho es que ya no hay palmera, una de las más altas de nuestra ciudad, está hecha a trozos en algún vertedero. Igual las cambian por Perales que son más del gusto de la corporación actual. Vaya usted a saber.

*Urbanista