El toque de queda se extiende en Francia. La primera ciudad en anunciar esta drástica medida para hacer respetar el confinamiento y frenar el avance del coronavirus fue Niza, donde el decreto entró en vigor a las 23.00 horas del sábado. Luego se han ido sumando Montpellier, Cannes, Perpiñán o Béziers, en el sur, y Arras y Charleville Meézières, en el norte. Incluso París podría barajar ese escenario. En una entrevista al diario Le Parisien, su alcaldesa, la socialista Anne Hidalgo, reclama un confinamiento más duro.

«Tiene que ser de un rigor extremo», sostiene. En la capital francesa, las escenas de calles prácticamente vacías contrastan con la situación de algunos mercados callejeros donde difícilmente se cumplen las reglas de distancia social. Hidalgo amenaza con cerrarlos si no se respetan.

Hoy, el consejo científico que asesora al Gobierno dará su opinión sobre la duración del confinamiento inicialmente previsto hasta finales de marzo. Es altamente probable que este periodo se prolongue. En este contexto, Emmanuel Macron volvió a recurrir al lenguaje bélico para advertir de que la lucha contra el virus será larga. «Es una guerra. Va a durar», declara el presidente francés en una entrevista al Journal du Dimanche. «Debemos hacer frente a la urgencia sanitaria. Proteger a los más débiles, a los ancianos y nuestro propio sistema sanitario. Pero también atender a toda la sociedad, su estrés y su capacidad para vivir esta pandemia como nación. Será un test de solidaridad», añade.

En Francia la epidemia ha provocado 562 muertos. Hay 6.172 hospitalizados y 1.525 están en cuidados intensivos, la mitad menores de 60 años. El ministro de Sanidad, Olivier Véran, anunció que el país ha encargado más de 250 millones de mascarillas. Los equipos médicos llevan semanas denunciando la falta de material de protección porque el estoc es de solo 86 millones, cuando calculan que se necesitarán 24 millones semanales.