La heroicidad es una virtud que adquiere más importancia cuando el protagonista la ignora o no presume de ello. Y los farmacéuticos de Castellón no lo hacen. Sin embargo, su papel en la crisis del coronavirus también resulta esencial. Las boticas son uno de los pocos servicios básicos que durante el estado de alarma siguen subiendo la persiana cada día. Desde el inicio de la pandemia, a sus profesionales les está tocando enfrentarse cara a cara con un virus que lo ha puesto todo patas arriba. Su trabajo no es fácil: asumen leyes y normas nuevas que cambian de la noche a la mañana. Viven colgados al teléfono tratando de encontrar mascarillas, guantes y geles para sus pacientes. Llevan las medicinas al domicilio de las personas que lo necesitan y, encima, hacen de psicólogos, médicos, pedagogos y hasta de confesores. Casi nada.

Profesionales de la salud, conviven con el el estrés y la angustia de estar en primera fila atendiendo a posibles enfermos o a los familiares de estos. «Nos protegemos como podemos. Estamos en contacto directo con la gente, con los riesgos que eso conlleva, pero seguimos al pie del cañón», asegura Gustavo Martínez, titular de la farmacia que lleva su nombre en Almenara.

Orgullosos de ayudar, los boticarios cumplen una función esencial. «Tratamos de tranquilar a la gente. A muchas personas que tienen miedo y en la farmacia encuentran una voz cercana que les aconseja y les marca unas pautas», explica Manolo Ansuátegui, titular de la botica Ansuátegui del Grau de Castelló.

Y desde el lunes se enfrentan a otro gran reto: el reparto de miles de mascarillas, financiadas por la Generalitat Valenciana, a los mayores de 65 años y a las personas de riesgo (tres por SIP).

Gustavo Martínez es uno de los farmacéuticos más veteranos de la provincia. Titular de la botica Martínez de Almenara, tiene 64 años pero la vitalidad de un veinteañero. Y no se muerte la lengua. «Hacemos una labor muy importante, pero a las farmacias no se nos ha tenido en cuenta y de muchas cosas que nos afectan directamente nos hemos enterado por la prensa».

En la farmacia de Manolo Ansuátegui, del Grao de Castelló, son 6 los profesionales que cada día plantan cara al covid-19. Lo hacen con una sonrisa en la cara y dejándose la piel para que al paciente no le falte su tratamiento. «Vamos a domicilios de personas mayores que viven en la Marjalería y les llevamos las medicinas», describe su titular.

Y si en la ciudad el papel del famacéutico es importante, en los pueblos todavía más. Pablo Aparici es el titular de la botica de Cortes de Arenoso y la pedanía de San Vicente. «La mayoría de los pacientes son gente mayor. Están asustados por todo lo que ven y leen y en la botica tratamos de tranquilizarles e informarles al respecto».

Las últimas semanas han sido un no parar para la botica que dirige Tomás Ferrer. «Nos ha costado, pero al final las mascarillas van llegando y también los geles. Y un precio asequible», explica este farmacéutico, satisfecho del esfuerzo que hacen todos los profesionales para que absolutamente nadie se quede sin sus medicinas.