Se habla de ello como el oficio más antiguo del mundo. El debate sobre su legalización y las consiguientes polémicas que suscita hacen de la prostitución un tema complejo. El estado de alarma supuso su paralización total y solo en algunos pisos de forma clandestina se ejercía, con la desescalada las mujeres volvieron a la calle y, más en concreto, al Caminàs, desde Castelló al término de Nules, el lugar por antonomasia de la provincia donde esta actividad se localiza desde hace años.

Ellas resisten al virus y las mujeres que solían prostituirse en este espacio han vuelto, aunque cada vez se detecta más prostitución en inmuebles privados, donde resulta más fácil escapar a los controles policiales y ellas están «más aisladas sin que puedan asistirlas profesionales», según relatan fuentes de las entidades consultadas por este periódico. Es en estos espacios donde ahora se localiza dado que los clubs de alterne están cerrados, al igual que el resto del considerado ocio nocturno.

Hay dos entidades en Castellón que conocen el día a día de esta práctica porque asisten a las prostitutas in situ. Son la Fundación Salud y Comunidad, cuyo proyecto INMA está sostenido con fondos de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas, el Ayuntamiento de Castelló y la Diputación provincial; y CASDA-Asociación Ciudadana Contra el Sida Castellón. Trabajan sobre el terreno.

La primera entidad cuenta con un equipo formado por una trabajadora social, una psicóloga, una enfermera y la colaboración de dos médicos. Casi idéntico trabajo realizan la psicóloga y la educadora social de CASDA que las visitan todos los lunes y miércoles y les distribuyen lubricantes, preservativos, pero ahora también mascarillas y geles hidroalcohólicos.

«Se sigue ejerciendo porque tienen una situación precaria y pocos alternativas. Salen porque hay clientes. Deben pagar alquiler, algunas tienen hijos a su cargo y, además, están los proxenetas que se llevan una parte del dinero, viven de ellas», señala la directora de Programas de la Fundación Salud y Comunidad, Belén Sánchez.

La mayoría de prostitutas del Caminàs que ambas entidades atienden son rumanas y nigerianas. Estas últimas guardan especial relación con la trata de personas, «un problema invisible». «Ellas no tienen ahora más miedo que antes porque están allí por necesidad. Eso sí, los clientes no escapan a las normas básicas de seguridad y deberían ponerse mascarilla y lavarse con gel», señala Noemí Tolosa, educadora de CASDA.

El trabajo que ambos colectivos realizan persigue darles apoyo integral con temas burocráticos y que conozcan que puede haber alternativas. Además, se les ofrece participar en cursos de castellano, informática o comercio.

LEGALIZACIÓN

Ambas entidades rechazan de lleno el debate sobre la legalización de esta actividad. «Ellas están allí por necesidad, las consecuencias para ellas son destructivas y no se puede considerar un trabajo porque hay explotación. Alguna habrá que lo haga de forma voluntaria pero son las mínimas», remarca Sánchez.

El limbo legal y jurídico del que goza la prostitución es tal que, por ejemplo, según la Policía Local de Castelló «no hay una denuncia administrativa que lo prohíba como tal, la ordenanza indica que es por molestias que puedan generar».