Paco Marco vive en Benicàssim y es camionero. Desde la provincia de Castellón viaja con frecuencia hacia el norte, tanto a Barcelona como a Francia. Conoce de primera mano las ventajas y los inconvenientes de la liberación de la AP-7. Pide más flexibilidad para entrar y salir de la vía, y comer y descansar en condiciones, sobre todo en trayectos largos. En lo positivo, destaca el tiempo ganado. Sumando ida y vuelta a Barcelona, por ejemplo, lo cifra en 40 minutos ganados, «que no son pocos».

«Desde el primer día», explica Marco, «se vio que la AP-7 no está preparada para tanto tráfico, sobre todo de vehículo pesado». Señala al respecto que son «vías pequeñas», no pensadas para camiones, de dos carriles en la mayoría de los tramos y «con poco arcén», con lo problemático que esto tiene en caso de avería de un camión. Además, Paco Marco indica que las áreas de servicio «son pequeñas y siguen igual», y tampoco se adaptan por lo general a las necesidades de los camioneros. Por ello, considera conveniente «más flexibilidad» para que los transportistas, que ahora solo pueden salir entre Orpesa y Torreblanca, puedan hacerlo en más puntos del trayecto, y así comer y descansar en mejores condiciones, en especial durante las rutas largas.

También apunta que «muchos restaurantes» de lejos de esa zona permitida «han tenido que cerrar», señala. H

Todo el mundo lo sabe porque siempre ha sido así y así continúa siendo. Es la norma básica de los viajes en carretera: allí donde hay un párking repleto de camiones se come bien seguro. En la provincia de Castellón, y más en concreto en Torreblanca, cumple la norma a rajatabla el Bar Restaurant Piero, parada frecuente del transportista y del viajero durante casi medio siglo. También ahora, pese a que el tráfico mayoritario de camiones se ha desplazado a la AP-7. «El camión entra y sale con facilidad y nos siguen utilizando para comer, para asearse, para aparcar y para descansar», asegura Joaquín Betoret, el propietario del restaurante.

El negocio se encuentra en una zona estratégica, ya que a los camiones se les permite salir de la AP-7 en el tramo comprendido entre Orpesa y Torreblanca. En las cercanías de la carretera nacional, los camioneros cuentan con ventajas respecto a la otra vía. Una es la seguridad, con un gran aparcamiento y la ausencia de robos en los vehículos. Otra es la gastronómica, con comida casera a precios ajustados. Y otra es el descanso, con servicios como duchas.

Todo está pensado para mantener a la clientela pese a que el tráfico se haya desviado durante el último año. Como explica Beteret, este tipo de establecimiento «conoce bien la vida del camionero, un trabajo duro y complicado». Él en concreto lleva «cuarenta años en este negocio».

Apunta Betoret que «la AP-7 como vial es mejor, pero no tiene demasiado puntos para comer y descansar», y los que hay no están pensados para estos trabajadores, sino más bien hacia el turista o el viajero de paso. Por ello, durante este año pandémico «han venido los que solían venir» al Restaurant Piero.

Cerca de allí, en el Restaurante Casa Tere, en la Ribera de Cabanes, conservan una clientela variada, donde además del transportista asoman habitantes de los alrededores y otros trabajadores. Para valorar el impacto de la AP-7 piden tiempo. «Es pronto, el covid lo ha trastocado todo», dicen por teléfono. H

Víctor Torán es uno de los muchos castellonenses que viajan diariamente a València por cuestiones laborales. Torán trabaja en el sector financiero en la capital del Turia y se desplaza cada día desde el Grau de Castelló. «He notado la diferencia, sobre todo en una cuestión de tiempo», explica a Mediterráneo. Antes de utilizar de manera regular la AP-7, tardaba desde su casa hasta València «alrededor de una hora y diez minutos». Ahora, en cambio, el mismo trayecto le cuesta unos 15 minutos menos, es decir, contando la ida y la vuelta, media hora al día, y alargando, dos horas y media a la semana, diez horas al mes...

Torán destaca también que durante sus trayectos no nota «mucho tráfico». «Voy por la mañana para llegar a las ocho a València y vuelvo mediada la tarde, solo suelo tener tráfico dentro de la ciudad, pero eso no es culpa de la autopista», explica. Su valoración en general es «positiva» por el cambio y apunta otro beneficio colateral de la liberación de la AP-7, más allá del lógico ahorro en peajes. También hay ahorro en carburante, al reducirse el kilometraje. «Es difícil saber una cifra concreta, pero calculo que ahora me gasto unos 50 o 60 euros menos al mes en gasolina», añade. Por último, comenta que el principio de la gratuidad fue «un poco lío», pero una vez «adecuados los accesos» se ha ganado «en comodidad» tanto si va «desde el Grau como a veces desde Benicàssim». H