Ni el coronavirus ni Filomena. Nada persuadió ayer a las algo más de una docena de parejas que ayer acudieron a la basílica del Lledó de Castelló para reservar la que, desde su particular perspectiva, será la fecha más importante del 2022. La del día de su boda. Solo el toque de queda persuadió a los primeros de salir de casa antes de las seis de la mañana.

Como cada primer sábado después de Reyes, las puertas del templo se abrieron para recibir a las parejas que aspiran a poder escoger su día predilecto en el lugar de referencia en la ciudad. El prior Josep Miquel Francesc revivió la misma escena de años anteriores, aunque con ligeras diferencias, porque nunca antes un día como el de ayer tuvo que mantener distancias de seguridad, explicar protocolos sanitarios, hablar de aforos, ni tuvo que imaginarse el rostro de ilusión de los novios, porque las mascarillas los cubrían.

En una época en la que hacer planes a largo plazo parece un atrevimiento, Francesc reconoció la serenidad con la que se planifica un evento cuando uno confía que los nubarrones --y no precisamente los meteorológicos-- que se ciernen sobre las ilusiones, van a empezar a disiparse. O al menos en eso confían las quince parejas que ya han reservado la fecha para su boda, Dios mediante.

La mayoría de las ceremonias anuladas en el 2020 ya se ha reubicado este año, en el que el Lledó espera celebrar unas 80 bodas. Respecto del ejercicio siguiente, el prior está seguro de que estas 15 reservas solo serán las primeras, las que tenían predilección por un día concreto, pero «vendrán más» y todos, mientras las autoridades sanitarias no dispongan lo contrario, tendrá a su disposición una basílica con un aforo limitado a un máximo de 90 personas.