"Teníamos muchas ganas de volver". Es la frase que repetían ayer Felisa, Rosa, Ismael, Lola, Elvira y la práctica totalidad de los usuarios de los centros de mayores y jubilados de Castelló con la reapertura de estos espacios tras un largo periodo de cierre a causa de la tercera ola de covid-19.

Y es que estos lugares, más allá de funcionar como un espacio lúdico, proporcionan en muchos casos un "respiro" a las personas mayores, que además de ser las más castigadas por la pandemia sufren de otros efectos propios del paso de los años que no son nuevos, como la soledad.

"Lo más importante del centro es poder reunirte con los amigos", afirma con rotundidad Rosa Falcó, usuaria de las instalaciones de la asociación San Miguel, quien durante este tiempo de clausura afrontó el "aburrimiento" con distracciones de todo tipo: "Ibas a pasear, te ponías a limpiar armarios y hacías cualquier cosa para estar entretenido sin salir mucho de casa", dice.

Reencuentro

Elvira Trujillo y Lola Gómez no perdieron el tiempo y aprovecharon la cálida mañana de este miércoles para ponerse al día en la terraza de su centro o lo que, sin perder el sentido del humor, bautizaron como "cosas de abuelos".

Ismael Verdoy, presidente de la entidad, fue el encargado de recibir uno a uno a los socios que optaron por acercarse hasta el local, muchos al correr la voz, y otros tras preguntar en numerosas ocasiones sobre cuándo se produciría el regreso. Además, supervisó que se cumplieran las medidas de prevención, termómetro en mano y manteniendo "una limpieza máxima".

A medio gas

A medio gasSi bien, la actividad se mantiene todavía a medio gas, echando en falta los mayores las partidas de cartas, los juegos de mesa y actividades como las clases de baile o los talleres. "Esto es como nuestro segundo hogar", comenta Falcó, quien detalla que de normal su rutina pasa por "venir por la tarde a jugar a las cartas o a hablar con unos u otros y nos lo pasamos bomba cuando hacen baile", lo que a su vez "sirve para que hagamos ejercicio que es algo muy importante a nuestra edad".

Por su parte, Iván Pérez volvió a calentar la cafetera del pequeño bar que regenta con una acogida "mejor que la que esperaba" y María José Vera empuñó sus tijeras para "alivio de las personas con dificultad para lavarse o arreglarse el pelo". Unas escenas, propias de la ansiada normalidad muchas ellas, que volvieron a incorporarse al día a día de los mayores de la ciudad con la "esperanza de que «esto se quede ya para siempre".