Juan Carlos se siente como un castellonense más: "Vine casi alcoholizado y aquí encontré la felicidad”. Natural de Badajoz, la tragedia azotó su vida al perder a su mujer y su hijo en su ciudad natal: “Tuve una depresión muy profunda y me dio por la bebida, pero vine a Castellón hace 24 años y desde entonces no he vuelto a probar una gota de alcohol”. De hecho, durante el tiempo en el que ha residido en la capital de la Plana ha trabajado en un buen número de negocios de hostelería, pues pese a sufrir un infarto hace tres años que le obliga a tomar 15 pastillas diarias se considera “muy activo y trabajador. Si me dan a elegir entre cobrar una pensión por no hacer nada o cobrar un sueldo por trabajar, prefiero trabajar aunque sea por menos dinero”.

Su primer empleo en la provincia fue como camarero en Benicàssim y encadenó distintos trabajos hasta que en 2017 ejercía como jefe de partida en el Hotel Duque de Marina d’Or. Fue entonces cuando sufrió el infarto que dio un giro de 180 grados a su vida: “Nunca había pedido ayuda, pero de repente estaba muy delicado de salud y con mis ahorros tampoco podía aguantar mucho, así que al poco tiempo acabé en el albergue”. 

Admite Juan Carlos que en el dispositivo de atención nocturna, que es donde duerme a diario, “se portan muy bien desde el director hasta todos los empleados”, y se siente agradecido a contar con un plato de comida caliente, pero lamenta que no haya podido compatibilizar este servicio con un empleo: “Encontré trabajo, pero como acababa a las once de la noche y el albergue está cerrado tuve que rechazarlo para no dormir en la calle. Es una pena porque si cobro un sueldo podré encontrar una habitación y podré empezar de nuevo, pero me dijeron que no se puede guardar la cama a nadie. También me llamaron de un restaurante italiano de la Salera, pero tuve que decir que no por el mismo motivo”. 

Vacuna o cama

Una situación similar vivió el pasado 5 de enero, cuando recibió el mensaje de Sanitat para administrarle la tercera vacuna del coronavirus: “Me la iban a poner por la tarde, a las 18.45 horas, pero aquí a esa hora ya abren las puertas y tienes que estar antes para disponer de una de las 20 camas, así que si iba a vacunarme me quedaba fuera. Lo pregunté, pero me dijeron que no me guardaban la cama. El 17 de enero me mandaron el segundo mensaje, aunque el médico me dijo que como no estaba bien sería perjudicial esa dosis de refuerzo y que esperara un mes más”. Y es que el centro en el que pernocta diariamente, cuyo horario oficial es de 20.00 a 8.00 horas, solo dispone de 20 camas, mientras que el Albergue Municipal que se encuentra al lado tiene 39 que están ocupadas a día de hoy. 

Juan Carlos Rodríguez quiso contar su testimonio en 'Mediterráneo'. GABRIEL UTIEL BLANCO

A sus 57 años Juan Carlos está a punto de bajar los brazos, al menos en lo que a Castellón respecta: “Se me ha quitado la ilusión, así que creo que volveré a Badajoz. Lo tendré difícil también porque hace muchos años que no voy, pero al menos espero poder encontrar trabajo o que me ayuden más que en los Servicios Sociales de Castelló, donde la primera vez que fui a pedir comida me contestaron que podía ir al Comedor del Padre Ricardo pese a que tenía que andar varios kilómetros después de haber sufrido un infarto”.

Este pacense afincado en Castelló durante las dos últimas décadas no quiere grandes lujos. Se conformaría con un techo y un trabajo. Hasta ahora ha tenido que elegir entre uno de ambos, pero ve que su situación es insostenible: “Me fastidia irme porque me siento de Castellón, pero estoy entre la espada y la pared”. La vida no le ha sonreído especialmente, pero Juan Carlos no guarda rencor a nadie ni cuenta con ningún antecedente salvo un reconocimiento recibido en su juventud: “Con 22 años me encontré con un policía tendido en el suelo en Badajoz y le ayudé a recuperarse, así que me dieron un título oficial de primeros auxilios que aún conservo”.

El pacense de 57 años, en un momento de la entrevista con este periódico. GABRIEL UTIEL BLANCO

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