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"Un aborto, 8.000 pesetas"

Paula Boira Nacher (Castelló, 1996) publica ‘Un aborto, 8.000 pesetas’ (Libros del KO). En un tiempo en el que varios sectores cuestionan este derecho, la autora se adentra en cómo era interrumpir el embarazo en España cuando las leyes y la sociedad omitían la decisión de la mujer

La autora, Paula Boira (i.), junto a la periodista Noemí L. Trujillo (d.) en la presentación del libro.

La autora, Paula Boira (i.), junto a la periodista Noemí L. Trujillo (d.) en la presentación del libro. / P. Boira

Pablo Ramón Ochoa

Pablo Ramón Ochoa

Castelló

La periodista Paula Boira Nacher (Castelló, 1996) tenía apenas 24 años cuando vio por televisión la marea de pañuelos verdes que inundó las plazas de Argentina en 2020. Miles de mujeres, jóvenes y mayores, reclamaron allí una ley para que el aborto fuera legal, seguro y gratuito. «Aquello me impactó mucho, con los testimonios que contaban esas mujeres argentinas», cuenta Boira en conversación con Mediterráneo. Fue en ese momento cuando sintió, dice, «curiosidad»: se dio cuenta de que las situaciones peligrosísimas a la hora de abortar en Buenos Aires también debieron ocurrir, no hace tanto tiempo, en España, donde el aborto de plazos es legal desde 2010 (desde 1985 lo era bajo algunos supuestos estipulados).

«Presenté la idea a la editorial y me dijeron ‘adelante’», recuerda. Eso fue en octubre de 2023 y, desde entonces, Boira ha buceado en la historia del tabú más grande de España hasta encontrar una veintena de testimonios que le han explicado cómo era abortar cuando hacerlo suponía un riesgo vital. Algunas de esas historias que ha recabado, por cierto, son de mujeres de la provincia de Castellón.

El resultado es Un aborto, 8.000 pesetas (Libros del KO, 2025), que ya se puede adquirir en las librerías y que se ha convertido en el debut literario de Boira, de 28 años.

Seudónimos y tabú

«Muchas de las mujeres que hablan en el libro lo hacen bajo seudónimos porque no quieren dar su nombre, no porque crean que han hecho algo mal, sino que tienen esa culpa por los que las juzgan, por lo que se nos ha inculcado a las mujeres y que todavía persiste», afirma Boira. El tabú ha llegado incluso a la actualidad, de una manera u otra, aunque interrumpir el embarazo sea legal: «En mi casa, mi madre me decía ‘tú, si te quedas embarazada, tranquila, buscaremos una solución’. Era una solución que tú sabías pero que no se decía, ¿cuál era esa solución», incide.

La autora centra su investigación en dos redes creadas a finales de los 70, en plena transición a la democracia, en València y Sevilla. Las valencianas, según detalla en el libro, construyeron toda «una red» de soporte al aborto clandestino. «Al principio lo hacían gratis, pero luego se dieron cuenta de que había tantos casos que atender que tenían que dedicarse a tiempo completo, y empezaron a cobrarlo a 8.000 pesetas, de ahí el título», ahonda Boira. 8.000 pesetas, al cambio, eran 48 euros en 1979. Pero la inflación desde ese momento ha sido del 654%, según el INE. Y el sueldo mínimo en España era el equivalente a unos 120 euros.

La labor de Consuelo Catalá

La periodista castellonense descubrió la red valenciana gracias a la activista abortista Consuelo Catalá, quien a la postre se tornó un testimonio esencial de Un aborto, 8.000 pesetas.

Contactó con ella y esta le contó de primera mano cómo fueron aquellos años vertiginosos fuera de la legalidad, en una sociedad en la que casi no había debate: abortar significaba matar a un bebé antes de nacer.

La palabra en clave: "¿Está Flora?"

«Ellas tenían un piso franco en València que cambiaba de ubicación. Había un teléfono allí al que las mujeres podían llamar y preguntaban por un nombre en clave. Decían: ‘¿Está Flora?’, y cuando preguntaban eso era que necesitaban un aborto», refiere.

Una vez superada esta llamada, llegaba una primera cita en la que hacían una exploración para comprobar que las mujeres estaban embarazadas de menos de doce semanas. Si eran más de doce, el procedimiento no era tan seguro como el que, según ha investigado Boira, llegaron a conseguir en València. Fueron la mujer conocida como Françoise, considerada casi un animal mitológico del derecho reproductivo en España, y el médico Pedro Enguix los que enseñaron a este grupo de mujeres valencianas cómo abortar con ciertas medidas de seguridad.

Método Karman con elementos caseros

«Antes de eso se recurría a plantas como la ruda o el perejil, con las que se buscaba tener una infección que provocara el aborto, o a la aguja», especifica Boira. Sin embargo, y aunque fuera muy casero, Françoise y Enguix lograron armar el método Karman (aún usado) de aborto por aspiración. 

«El mecanismo —repasa Boira— era un bote de Nescafé y en la tapa se hacían tres agujeros. En un agujero estaba la cánula que iría dentro de la vagina; en el otro una bomba de bicicleta que se ponía al revés para que aspirara en vez de hinchar; y en el último, un vacuómetro». Así se aspiraba el contenido dentro del bote de Nescafé. El proceso duraba diez minutos y la mayoría de quienes ayudaban en él eran mujeres que solo querían facilitar la vida de otras mujeres.

Ser conscientes del derecho

Estas últimas semanas, se ha reabierto un debate que parecía cerrado a nivel nacional sobre modificar la ley del aborto, con voces críticas que plantean restricciones al derecho.

A Paula Boira le da la sensación de que pocas personas piensan en qué tendrían que hacer si quisieran abortar pero fuera ilegal. «Leer estos testimonios puede servir para que se pongan en esa situación», considera Boira, que creció ya con el aborto legalizado. «A la generación más joven nos sirve para ser conscientes de cómo sería volver a esa situación. Si no has vivido algo, es muy difícil tener miedo a que te pase», sostiene.

No obstante, indica que la enseñanza va para las mujeres que sí vivieron esos años en los que, o la mujer se podía pagar un viaje a Reino Unido o Francia, o podía verse abocada a métodos poco fiables: «Para aquella generación, el libro es muy útil porque yo creo que no son muy conscientes de lo que pasaba». Preguntada por si ve posible volver atrás y perder ese derecho, contesta «totalmente».

Ahora Boira deberá despejar la cabeza porque, además de poderosas redes feministas, ha visto dolor. Mujeres que murieron, mujeres denunciadas, niñas violadas por los señoritos para los que trabajaban y pedían abortar... Otras muchas de esas historias siguen enterradas, sin contarse, y ocurrieron también en Castellón. «Seguro que las hay», opina Boira. 

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