Anda Garrido imbricando más resultados que argumentos en favor de la permanencia, que no siendo lo mismo, es la mejor forma de justificar su fichaje y el ridículo más dulce de quienes la cuestionábamos. El problema es que, ante el tortuoso camino de la salvación, ha abierto un debate espurio sobre la posibilidad de alcanzar la meta frenando en las rectas y acelerando en las curvas, esto es cediendo el control del balón. Tampoco es que sea una idea revolucionaria, pero cuando históricamente ha cuajado venía precedida de una solidez defensiva, una fluidez creativa y una resolutividad atacante que para nada se corresponden con la realidad albinegra. 

Son demasiadas las veces que nos rematan, excesivo el correcalles y ausente el remate como para pensar que el punto cobrado no es más fruto de esa fortuna que tantas veces ha sido esquiva  --verbigracia el partido de la primera vuelta-- que una suma de méritos. Fiarlo todo al fallo del rival o a que no te piten penalti en contra en el minuto 93 no sale siempre bien, porque la única receta del Castellón pasó por el acierto de Óscar en la puerta --de largo el mejor--, los arreones de Marc en la izquierda, el Guadiana de Rubén y el ingente sacrificio general. Prefiero pensar que no ha sido una mala pretemporada, para Garrido y los refuerzos, y esperar que desde ya no dependamos de tantos factores externos y desplegar el fútbol que alimente nuestra esperanza en la continuidad en la categoría.