En Málaga ascendió, el pasado mes de julio, y en Málaga se despedirá también de la Segunda División, este fin de semana, tras un breve y frustrante paso. Se subió muy rápido --el club estaba en Tercera en el 2018-- y se bajó de forma aún más veloz. El CD Castellón no ha conseguido aferrarse al fútbol profesional y debe rearmarse para celebrar el centenario con un nuevo ascenso, en el verano del 2022. Las claves de la caída albinegra a la remozada Segunda B atienden a diversas razones. 

‘Dinamita’ Garrido

Finalizada la primera vuelta y con el equipo en zona de descenso, Óscar Cano fue destituido. El sustituto fue Juan Carlos Garrido, cuyos peculiares métodos generaron, a medio plazo, demasiadas fricciones con la plantilla. «Dinamitó al vestuario», admiten fuentes del club que hablan incluso de «maltrato psicológico». Anécdotas sobran, cada cual más desagradable. Gritos a un par de palmos de los rostros de los jugadores y acusaciones particulares. Llamó la atención, durante un tramo largo del curso, la suplencia de Marc Mateu, uno de los puntales de la plantilla. Garrido le llegó a acusar, explican, de sacar mal la pelota parada a propósito para perjudicarle. 

La paternidad de algunos futbolistas, como Javi Moyano o Eneko Satrústegui, tampoco era del agrado del entrenador valenciano. «Les decía que, como tenían hijos, no descansaban bien y no rendían», añaden las mismas fuentes. La relación entre el técnico y la plantilla empeoró con el paso de las semanas hasta que la situación, de la mano de los resultados, se convirtió en insostenible. Garrido fue destituido a falta de dos jornadas para el final del campeonato, con el equipo en caída libre hacia la Primera RFEF.

Estilos incompletos

«Cuando tuvimos fútbol nos faltó más agresividad y competitividad y cuando tuvimos agresividad nos faltó fútbol». La frase, que emerge de las entrañas del club, resume la paradoja futbolera del Castellón. En la primera vuelta, con la propuesta de juego posicional de Óscar Cano, el equipo fue demasiado tibio en ambas áreas. La llegada de Garrido viró el estilo del Castellón de manera extrema, en ocasiones hasta la caricatura. El rendimiento numérico de ambos entrenadores --ligeramente mejor el de Garrido en la media de puntos-- fue insuficiente para alcanzar la permanencia en Segunda. 

Fricciones internas

El relevo en el banquillo ya nació con polémica, y no solo por las protestas de los aficionados por el pasado de Garrido en el Villarreal. A la hora de tomar la decisión, el club se debatió entre las dos inercias que conviven en las oficinas de la calle Huesca. La que representa el director deportivo, Àngel Dealbert, y la que encabeza el director general, Jordi Bruixola. Por resumir, el preferido de Dealbert para relevar a Cano era José Luis Oltra; y la apuesta de Bruixola, que resultó ganadora, la de Juan Carlos Garrido. Oltra, que entrenó al Castellón del 2002 al 2004, terminó en el Fuenlabrada y Garrido tomó las riendas entre el malestar del otro bando. 

La profesionalización de la estructura deportiva del club que preside Vicente Montesinos, que en muchos casos aún funciona de manera similar al reciente paso por la Tercera División, es otro de los deberes obligados de cara al futuro proyecto de regreso.

Plantilla larga

El gol del ascenso, el cabezazo de Juanto Ortuño que culminó la obra de autor de Óscar Cano, iluminó la noche castellonense en el filo del mes de agosto. El Castellón subió el 26 de julio y conformó la plantilla a contrarreloj, en un mercado peculiar por las fechas y la pandemia del covid, encorsetado además en las lógicas limitaciones presupuestarias de un recién ascendido. El club apostó por una plantilla larga, con 29 futbolistas, donde convivían perfiles de Segunda B, mucha juventud y escasa experiencia. «Nos han faltado jugadores con peso en la categoría», lamentan desde la entidad albinegra.

A una semana para el cierre del mercado estival, Cano pedía en público y en privado dos refuerzos: un central con jerarquía y un delantero con bagaje y experiencia. Ninguno de los dos perfiles requeridos por el cuerpo técnico llegó en esas fechas, y el mercado de invierno tampoco sirvió para corregir la mayoría de las carencias. Con pocos o ningún futbolista capaz de marcar diferencias, solo el centrocampista francés Yann Bodiger ha elevado el nivel competitivo del grupo, en la práctica.

Momentos decisivos

Después de 41 jornadas la importancia de un partido puede parecer relativa, pero hay una jugada que asoma con frecuencia en la memoria de aficionados, jugadores y directivos albinegros. El gol olímpico anulado a Marc Mateu contra el Lugo, en Castalia y en el minuto 89. Era el 1-0 y el Castellón se instalaba, en la sexta jornada, en una posición plácida en la tabla. Sin embargo, el árbitro anuló el gol por una supuesta falta en ataque y el Lugo coronó la faena en la prolongación, con el 0-1. La secuencia fue el principio del fin de Óscar Cano, que arrancó una racha desastrosa, y encabeza la lista de agravios del VAR, un fantasma que recuperó Garrido con algunas decisiones polémicas en las últimas semanas. 

Sin factor Castalia

Un dolor especial que conlleva el descenso es que la afición albinegra, salvo la excepción de los dos últimos partidos y con las restricciones sabidas por el coronavirus, no ha podido disfrutar desde las gradas de Castalia del anhelado retorno al fútbol profesional. El factor campo se ha difuminado y el Castellón ha perdido en casa la friolera de once partidos --el que más de toda la Liga--. Tampoco ha podido ayudar la masa social en desplazamientos, a diferencia de los viajes colectivos de temporadas pasadas, un aspecto diferencial respecto a otros equipos.

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La sequía final 

Pese a todos los obstáculos mencionados, el Castellón llegó al tramo final bien colocado. Ganó al Mallorca por la mínima en Castalia y encaró la recta definitiva del curso con moderado optimismo. Dependió de sí mismo hasta casi el último suspiro, pero con la convivencia erosionada se enredó en una doble dinámica fatal: seis jornadas sin ganar (cuatro derrotas y dos empates) y cinco sin ver portería. El último ya con Sergi Escobar, el técnico elegido, si no hay vuelco accionarial en la SAD, para la próxima campaña.