Faltan dos días largos para el partido de Castalia y aún no ha respondido el Consell a las alegaciones del CD Castellón para aumentar el número de aficionados que puedan acceder al recinto de la avenida Benicàssim. Todo sigue igual y, en consecuencia, el club ha sacado a sorteo las 4.500 entradas que permite la discriminatoria norma dictada por el gobierno de la Comunitat Valenciana, que bueno es recordar la autoría del agravio y que cada palo aguante su vela.

Hemos protestado los periodistas, la afición y el club, pero sin hallar respuesta. Se ha manifestado a favor tanto la alcaldesa de Castelló como el presidente de la Federación Valenciana de Fútbol, que tampoco está de más agradecerlo a Amparo Marco y Salvador Gomar, mas sus avales tampoco han merecido consideración. Y hasta el Tribuna Superior de Justicia ha emitido un auto que pone en entredicho las limitaciones de aforo y que, si inicialmente solo se refiere al fútbol profesional, bien que supone la constatación de la arbitrariedad del decreto.

Parece difícil que con tan poco tiempo de por medio vaya a levantarse tan maniquea prohibición, que para los intereses albinegros es como hacernos jugar con un hombre menos. Por eso se echa en falta el gentilicio del que presume el conseller del ramo, Vicent Marzá, y hasta el mismísimo molt honorable Ximo Puig, a quien se le conocen otras aficiones balompédicas de mayor enjundia. Dirán que es cosa de los técnicos y que han hecho todo lo que han podido y que no cabe trato de favor y que nadie puede dudar de su adn y que bla, bla, bla. 

Hasta la oposición política ha pasado del tema. No diré yo que el aforo de Castalia vaya a ser cuestión de estado cuando la crisis sanitaria se cobra muertes y la económica azota las vidas que quedan. Pero se ha hecho bandera de cuestiones mucho más triviales y en el PP estuvieron mucho más activos cuando se trataba de convencernos de que la refundación --ergo la desaparición del CD Castellón-- era la mejor solución. No resulta difícil colegir que ahora que nos tienen cautivos y desarmados, han encontrado la fórmula para alcanzar sus últimos objetivos: dejar que el gobierno autonómico nos remate. Verbigracia prohibiendo que en la carta a los Reyes Magos se pidan camisetas albinegras o persiguiendo en carnavales a quien se disfrace con ellas. 

Lo escrito no deja de ser exagerado y, por supuesto, demagógico. Tanto como las pretendidas invectivas de acendrado castellonerismo que ahora quedan en estridente evidencia, porque la realidad es que nos han abandonado. Una vez más, y van....