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OPINIÓN

Las cuarenta de Pepe Beltrán | Titulares y reservas

Sergi Escobar.

Siendo como es de los mejores entrenadores que hemos tenido en años y al que le profeso un cariño especial, más por méritos contraídos que por vecindad, no puedo dejar de recordarle el craso error que protagonizó la semana pasada y sus graves consecuencias.

Por conocidas son aceptadas las limitaciones de esta plantilla, a la que Sergi Escobar ha sabido extraer un plus de rendimiento que nos regaló una clasificación por encima de nuestras posibilidades al tiempo que sustentaba falsas ilusiones. Hacen falta refuerzos, vengo clamando con tanta insistencia como denuncio el incumplimiento de la convocatoria de la asamblea de accionistas dentro del año natural. Ni una ni otra cuestión se verán atendidas porque dañan la imagen de Jordi Bruixola y el patrimonio de Vicente Montesinos.

El míster es consciente de esas carencias, pero quiso porfiar el miércoles en la Copa y sólo repitieron tres hombres en el once inicial. Quería reforzar su currículo explotando un potencial del que adolece y, aunque la entrega disimuló defectos, faltó la pegada que distingue a titulares de suplentes y convierte a un equipo en grande o lo condena al furgón de los segundones. Marró y dejó pasar la ocasión de eliminar al Cartagena jugando en casa a partido único para asegurar un emparejamiento con un Primera que devolviera la afición a Castalia --que ya es preocupante su ausencia--, aliviara la tesorería del club y ganara argumentos --económicos-- para exigir fichajes.

Esa fatuidad técnica --virus corporativista-- pretendía maquillarse detrás de la falsa estrategia de reservar a los mejores para el partido matinal con el Sabadell, con el antepenúltimo quiero recordar, en aras de un ascenso que nadie cree posible. Pero ni por esas. Así que, como en la parábola de los talentos, hemos dilapidado el regalo de una ronda copera asequible sin que haya redundado en asentar las opciones ligueras. Tampoco quiero que Escobar se arrepienta en público. Me conformo con que no nos castigue con aquello tan jactancioso y lila de que volvería a hacerlo, porque sería dar pábulo al aforismo de que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y eso sí que sería imperdonable.

Lo peor es que el pecado de la vanidad desde el banquillo lleva aparejada la penitencia para la grada de no reforzar la plantilla con la consiguiente renuncia implícita a toda aspiración. Una excusa mediocre que en realidad oculta la falta de liquidez ya conocida dado el incumplimiento de la ampliación de capital y el burdo intento de que nadie se entere cuándo se convoque la junta general ni pregunte en ella.  

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