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Las Cuarenta

La opinión de Pepe Beltrán | A vueltas con la junta general

Vicente Montesinos, presidente del Castellón.

Cuando el pasado jueves me dirigí, solícito, a comer en la Caixa Rural de Nules, no buscaba ninguna sorpresa de Fernando y Marisol, tan solo disfrutar la sabrosa rutina de quien hace bien las cosas y con el producto de calidad de siempre. Por eso mismo, porque disfruta en su mesa, tampoco supuso ninguna novedad encontrarme allí con un grandísimo aficionado, con cuya filiación mantengo notables diferencias que aún realzan más su fidelidad a esta sección y mi admiración por sus críticas, que tanto monta, y quien, tras los protocolarios deseos navideños, me espetó a bocajarro más o menos lo siguiente: «A vore si te fan ja una assamblea d’accionistes encara que siga només per a tú...».

Más que sorpresa fue desazón lo que me causó, porque para nada considero gratuitas sus palabras. Su acidez giraba en torno al riesgo que asumimos los columnistas con no poco ego de que todos saben de lo que hablamos y, cuando hace cosa de un mes inicie mi reclamación semanal por el incumplimiento de la convocatoria de la junta general dentro del año natural, aunque con pinceladas aclaratorias, siempre dejé por definir los temas a tratar más allá de la ilegalidad manifiesta. Así que me aplico en el orden del día de esa cita que llegará, con retraso y con rodillo, pero que en el interín no hace bien alguno a la imagen del presidente, que para eso es el máximo accionista y el vértice en la pirámide de responsabilidades.

El caballo de Troya en la vida de toda SAD es la presentación de las cuentas, y si recordamos que el ejercicio del ascenso se cerró con un déficit de un millón de euros, no parece aventurado colegir ahora un agujero mayor, siendo el último presupuesto de ocho millones de euros y sus ingresos mermados por la pandemia. Y ya que estamos, llevamos media temporada en danza sin presupuesto para este curso. 

Pero la que se antoja más grave, por sus consecuencias, es el incumplimiento de la ampliación de capital social, que regurgita la amenaza de disolución. Son dos millones de euros pendientes --en la convocatoria se estableció un máximo de cinco--. ¡Y menos mal que se ha descendido!, porque LaLiga obligaba a cubrir otros dos millones para garantizar la estabilidad económica en la categoría.

Deviene incuestionable que tantas anomalías condicionan a la baja el precio de venta del club, ahora que Vicente Montesinos ya no esconde sus ganas de salir. Y, por supuesto, no es agradable dar la cara en esas circunstancias ante los accionistas, por minoritarios que sean. Otros predecesores suyos aumentaron el número de títulos necesarios para acceder a la junta o las convocaban a horas intempestivas para eludir voces críticas. La nueva estrategia va más allá: vender antes de dar explicaciones. 

Más allá del espeso mundo mercantil, la memoria del 2021 debería incluir, con el reconocimiento del fracaso deportivo, los motivos que llevaron a romper el acuerdo verbal para firmar el ilusionante José Luis Oltra y fichar al rompevestuarios Juan Carlos Garrido, por el simple hecho de que en su currículo figure ser amigo de un amigo del todavía director general Jordi Bruixola. De la misma manera, el apartado de ruegos y preguntas hubiera puesto luz en las dudas que corroen a los copropietarios de la sociedad anónima por extrañas que suenen. Verbigracia, la malsana curiosidad por definir la cruda postura del club en los contenciosos contra Castellnou o David Cruz; la más social y caprichosa en torno a la prohibición de fumar en el palco, en tanto que se trata de un espacio público, y si ha habido alguna sanción al respecto; o, metidos en curiosidades geográficas, la más banal sobre la existencia de alguna referencia de la distancia entre los despachos de la calle Huesca y Burgos. 

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