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CD CASTELLÓN

Las Cuarenta de Pepe Beltrán | La (otra) bomba atómica

El Extremadura muere dos veces en 15 años

La última junta general ordinaria de accionistas del Castellón, celebrada a finales de enero en Castalia.

Primero eran las cuatro jornadas consecutivas sin ganar, después la guerra civil en el PP, enseguida la invasión de Ucrania y el nuevo orden de mundial, luego nos inundarán las fiestas fundacionales. Por fas o por nefas, pasan los días y seguimos igual.... de mal. Digo que justo un mes después del anuncio apocalíptico sobre la situación económica del CD Castellón, sorprende la tranquilidad con que la mayoría de la afición vive tan oscuros momentos. Como si no pasara nada. Y pasa. El consejo de administración, ora por ignorancia ora por inutilidad, se esconde en el lento e inexorable discurrir del tiempo, esperando a que llegue una oferta muy millonaria que salve la SAD y, sobre todo, que les permita hacer negocio. Mas su silencio favorece los peores augurios.

Queda meridianamente claro que los actuales gestores no van a aportar la inyección económica que tapone esa vía de agua de los 4,6 millones de déficit acumulado, a la que en cuestión de semanas se unirá otra de 1,2 millones según las catastróficas previsiones confesadas en la junta general de accionistas del 30 de enero. La anulación de la ampliación de capital aquel día fue más que reveladora. Fiarlo todo a un ascenso, o a un billete de lotería, da risa, y peor si cabe confiar en que ningún acreedor quiera denunciar los impagos por el qué dirán. 

Así que la única esperanza ¿real? es una inmediata venta del club, para lo que se tienen que cumplir unas premisas ineludibles: esto es, que el comprador asuma el pago de esa deuda que sumará más de 6 millones de euros al acabar la temporada, que además acepte las no desmesuradas --por egoístas-- pretensiones de Vicente Montesinos, en tanto que supuesto máximo accionista. Pero, sobre todo, que le acepte como interlocutor válido cuando pende sobre él la afilada espada de Damocles de la duda por la demanda judicial ante el impago de sus acciones a David Cruz, y la que éste ya perdió a su vez contra José Manuel García Osuna y su banda precisamente por no abonar lo pactado. A fecha de hoy, ni siquiera sabemos quién es el dueño de esta sociedad anónima como para poder reclamarle un proyecto de viabilidad económica o una transacción legal y definitiva.

Lo que ha pasado con el Extremadura

Para aquellos que todavía hoy regurgitan su proyecto de refundación del club, de dejarlo morir primero para acabar con tantos siniestros personajes y luego parir un engendro con otro nombre, solo recordarles cómo se ha resuelto idéntica ecuación en Almendralejo. En quince años ya han desaparecido sus dos representantes futbolísticos, primero el Extremadura CF que llegara a la Primera División y ahora la UD Extremadura tras acumular impagos y no personarse a sus dos últimos partidos en la Primera RFEF. Un incuestionable ejemplo de que no funciona el modelo cuando depende de más figurones que de gestores, de mercenarios sin sentimientos antes que de orgullosos representantes de nuestra idiosincrasia tribal.

Y aquí, mientras, nos distraemos con el debate sobre la valía del entrenador, buscamos a un nuevo faro que alumbre al principal partido de la oposición, a expensas de si sobrevivimos a la Tercera Guerra Mundial, y con la Magdalena de por medio para apagar nuestras penas y miserias, ya no tenemos tiempo --ni ganas-- de preocuparnos sobre el futuro del Castellón. Con tantos escudos, las balas de nuestra preocupación le resbalan a Montesinos, pero la (otra) bomba atómica de la disolución sigue activada

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