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CD CASTELLÓN

La opinión de Pepe Beltrán | Sin novedad en el Alcázar

Cada semana que pasa, que es el tiempo que rige esta sección, la situación se agrava.

Vicente Montesinos, mientras negocia con Gustavo Ranucci, busca entrenador. GABRIEL UTIEL BLANCO

Ya me gustaría que la inminente celebración del centenario de la fundación del CD Castellón y toda la pompa y boato que se le suponen a los fastos fuera la excusa. Pero me temo que ninguno de los muchos cargos de alta dirección que tiene la SAD en nómina sabe conjugar el verbo procrastinar. Vamos, que no se están sustituyendo las prioridades mercantiles por atender las bondades de la ¿feliz? efeméride. Otrosí, digo que las dudas sobre la gestión de Vicente Montesinos han paralizado la venta de sus acciones hasta extremos que es imposible soslayar. Solo del primer párrafo ya se arrastran dos de las muchas irregularidades que ponen en guardia a los inversores, verbigracia los contratos blindados y el escaso margen que les deja para planificar el futuro.

Cada semana que pasa, que es el tiempo que rige esta sección, la situación se agrava. En puridad, cada día que cae del calendario parece más difícil creer que nadie se atreva a entrar en esta empresa en quiebra. Hoy parece más creíble pensar que solo se quiere negociar la consolidación de sueldos y sillones, así como el control de la documentación para evitar un bumerán judicial del nuevo propietario.

En esas, me viene a la memoria la leyenda que la dictadura hizo crecer alrededor del coronel Moscardó en el asedio del Alcázar de Toledo en 1936. Según la misma, los pérfidos republicanos instaron a tan inflexible militar para que se rindiera a cambio de salvar la vida de su hijo prisionero, y a quien acabaron fusilando por su negativa a claudicar. Cuando Franco, invicto caudillo, generalísimo y vigía de occidente, liberó la plaza, Moscardó le espetó el glorioso parte de «sin novedad en el Alcázar». La historia ha demostrado que, aun siendo cierta aquella resistencia heroica y tan épica frase, no existió represalia alguna contra el hijo del sublevado, aunque falleció en una acción bélica un mes después. Todo obedecía a un ejercicio de proselitismo barato levantado sobre los cascotes y la desolación.

El pandemonio en que ha devenido el Castellón en los últimos meses --años, tal vez-- ha dado pábulo a una salmodia para convertir a Montesinos en paladín y referente albinegro. Con ser cierto que nos libró de David Cruz, a la sazón investigado por varios delitos contra el propio club, la cruda realidad es que la situación económica y deportiva actual no ha mejorado; ni siquiera es arriesgado aventurar que incluso es mucho peor. Ítem más, se ha forjado una leyenda en torno al dinero que le ha costado, y que él mismo ha cifrado en la tercera parte de la deuda que arrostra la sociedad, hasta alcanzar los dos millones de euros. Liberados de la propaganda oficial, en el ejercicio anterior sólo figuraban 600.000 euros en operaciones vinculadas a nombre del presidente. A la espera de que se justifique el resto del préstamo, recogerlo en la Memoria y pagar los impuestos correspondientes, la pregunta que se hacen todos los inversores con los que se ha negociado es por qué ese dinero no se destinó a capitalizar la sociedad y evitar esta crisis. Como también despierta recelos que no se haya lanzado la campaña de abonados, que no tiene porqué depender del nuevo propietario, y hubiera trasladado una imagen de normalidad de la que se adolece en la actualidad. Y, claro, ninguno se atreve a nadar en este proceloso mar de dudas.

Se está negociando, aseguran. Pero hasta en el deseado caso de que tengan razón y llegue ese nimbado salvador y nos echen en cara, con ardor guerrero, que no hay novedad en el Alcázar, que todo está controlado, lo harán sobre las ruinas del Castellón. 

Post scriptum.- ¿Con quién se reunió la semana pasada en Castelló el presunto expoliador Antonio Blasco? 

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