Reportaje

Ventanillas cerradas, un puñado de héroes y un tabique roto: así fue en 1966 el ascenso del Castellón contra el Eldense

‘Orelluts’ y alicantinos vuelven a cruzarse en la pelea por subir a Segunda, más de 50 años después

El Castellón ganó en la ida y en la vuelta.

El Castellón ganó en la ida y en la vuelta. / Mediterráneo / Archivo / Ahiscas

Enrique Ballester

Enrique Ballester

El Castellón logró contra el Eldense, su rival el domingo en el partidazo de la jornada en el grupo II de la Primera RFEF, uno de los ascensos más complicados y recordados de su historia. En 1966, los albinegros subieron a Segunda División tras una eliminatoria bañada en goles, sangre y épica.

Primero, el contexto: desde el descenso de 1961, el Castellón perseguía el ascenso con urgencia. Es decir, como casi siempre. Los orelluts llevaban varias temporadas alimentando una ilusión que se convertía luego en decepción. En las dos campañas anteriores había perdido el ascenso en el play-off, cayendo ante Sabadell y Jaén respectivamente. Por eso, cuando en junio de 1966, tras eliminar al Nàstic de Tarragona en el primer cruce, el equipo encaró la eliminatoria definitiva contra el Eldense, se respiraba un ambiente en la ciudad de máxima presión. Había que salir de Tercera sí o sí. No cabía otra opción.

Consciente de la importancia del ascenso para el club, el entrenador Juan Ramón no quería que nada se escapara de su supervisión. Juan Ramón, legendario defensa del Valencia campeón de la posguerra, había llegado al banquillo del viejo Castalia ese mismo curso. Como cuenta el veterano periodista José María Arquimbau en el Libro de Platino del CD Castellón, aplicó con sus pupilos más díscolos el mismo marcaje que secaba, en su época de futbolista, a los delanteros rivales. En aquel equipo orellut del 66 había jugadores tendentes a la dispersión nocturna y Juan Ramón no se andaba con tonterías. Una noche hizo guardia en casa de Alonso y Kuszmann, que aparecieron más tarde de lo debido. Sin mediar palabra, el entrenador se lio a bofetadas con el primero mientras el segundo, por si acaso, escapó corriendo por la calle.

El partido de ida

El 5 de junio de 1966 se disputó, en un Castalia lleno hasta los topes, el partido de ida. El Eldense dio guerra: se adelantó 0-1 primero, y 1-2, después. Las crónicas destacan "la garra y el coraje" de los albinegros, que remontaron para ganar 4-2, con triplete de Arranz y gol de Tobalo. La eliminatoria estaba encarrilada, pero quedaba lo más complicado. El desplazamiento.

Celebraciones en el partido de ida.

Celebraciones en la ida. / Mediterráneo / Archivo / Ahiscas

Los días previos fueron de aúpa. A Juan Ramón, según Arquimbau, "no se le podían dar ni los buenos días". El entrenador reservó una habitación en un hotel de Castelló y mandó poner tres camas: una para él y las otras dos para dos de los futbolistas amantes de la noche. Cada día, después del entrenamiento, se iba con ellos a la habitación. Esa semana no salía nadie. Todo tenía que estar a punto para el partido del 12 de junio. En el viaje a Elda en autobús, Juan Ramón prohibió abrir las ventanillas no fuera a ser que alguno se constipara con el aire. En el alojamiento de Villena, los jugadores tuvieron que ir a una serrería cercana a la pensión a por unas tablas que colocaron en las camas, que no eran precisamente las más cómodas.

Así lo contó Mediterráneo

El enviado especial de Mediterráneo, el periódico de Castellón, fue José Ten. En la previa, en su crónica telefónica, advertía del panorama a los miles de aficionados albinegros que se iban a desplazar a Elda: "El ambiente está cargadísimo y por todas partes se respira aire de tragedia que ha hecho de este partido un drama regional que raya en lo inverosímil, hecho que no comprendemos tras el encuentro de Castalia en donde ni un solo incidente se registró".

Quedaba claro, pues, que el ascenso habría que sudarlo. En la grada y en el campo. En la crónica postpartido, Ten ensalza el valor del equipo en un escenario de lo más hostil. "El campo eldense era un hervidero humano (...). El ambiente era infernal (...). Todo estudiado. Todo premeditado. La actuación del cuadro albinegro en el Estadio Municipal de Elda entra en la línea de los grandes acontecimientos y hazañas del club castellonense a través de su historia", escribe. El cronista detalla el cuajo del guardameta Ramírez, solvente pese a la presencia de aficionados locales junto a la línea de fondo "para fustigar, desorientar y amedrentarle"; la solidez de la defensa formada por Alcañiz, Quinocho y Mendiondo; el control del centro del campo con Kuszmann, Cela y Aznar; y la pujanza ofensiva de Echave, Palacios, Folch y Arranz. También la violencia del lateral local Albert, que fue expulsado, igual que el albinegro Quinocho. El cronista no se lo explica. En realidad era la víctima: al orellut le rompieron el tabique nasal con un codazo. Fue la primera expulsión de su carrera.

Pero no importó. El Castellón ganó 0-2 con dos goles en el segundo tiempo del delantero Arranz. "Heroico" fue el calificativo más repetido. En una pieza firmada por Manuel Vellón, que recoge las impresiones de los aficionados albinegros desplazados a Elda, destaca el comentario de Manuel Pérez: "Una batalla campal. Los jugadores del Castellón merecen una estatua y, si hubiera una recompensa por mérito al valor, no cabe duda de que se han hecho acreedores a ella. Además de dos piernas han demostrado tener corazón".

Los héroes celebraron la gesta primero en Gandía, donde ahora sí tuvieron permiso para disfrutar de la noche, y fueron recibidos por "decenas de miles" de personas al día siguiente en la capital de la Plana. La caravana, explica Arquimbau, se organizó en el Motel Ticasa de Alqueries y llegó sobre las 21.00 horas a la plaza Mayor, donde se desató la euforia. La visita a la basílica de Lledó cerró la historia de un ascenso para recordar, el mismo que persigue hoy, más de 50 años después, el club orellut.