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Entrevista | David Cubillas: "He sufrido mucho, pero he sido muy feliz en el Castellón"

Capitán de época, David Cubillas Peña (Castellón, 1990) repasa, en la hora del adiós, sus seis años en el Castellón

David Cubillas, tras la trascendental victoria en Sant Andreu en 2018.

David Cubillas, tras la trascendental victoria en Sant Andreu en 2018. / GABRIEL BOIA

Enrique Ballester

Enrique Ballester

En el verano del 2017, en un día de río en Lleida, David Cubillas se decidió: iba a fichar por el Castellón. Lo hizo contra el criterio de su representante, apoyado por su familia y arriesgando su carrera profesional al bajar una categoría, a la Tercera que nadie quería. Seis temporadas después, se puede decir que el fútbol ha premiado su valentía: cuando se hable de esta época del Castellón se hablará de la era Cubillas. El capitán albinegro comparte con Mediterráneo, una vez oficializada su salida del club, reflexiones sobre su exitosa estancia en Castalia, el fútbol y la vida.

PREGUNTA: Quién iba a decir entonces que viviría lo que ha vivido en el club.

RESPUESTA: Honestamente, yo, jamás. Cuando llegué me dije ‘vengo un año, a ver qué pasa’, pero en la vida hubiese imaginado esto, y menos toda la montaña rusa que hemos vivido de ascensos, permanencias, un descenso... Tampoco había pensado en ser capitán ni nada de eso. En el Castellón he vivido momentos que no había ni imaginado, que no me había atrevido a soñar.

Vídeo | Cubillas elige su once ideal en sus años en el Castellón

Enrique Ballester

P: ¿Quién fue la primera persona que le llamó para fichar? 

R: La primera vez fue Frank Castelló, que entonces era el entrenador. Fue muy insistente, me enviaba muchos mensajes por WhatsApp: «Somiem amb tu», me decía. Luego Jordi (Bruixola), también. Una reunión que tuve en el hotel Mindoro con Pablo (Hernández) y Àngel (Dealbert) me acabó de convencer. Ver a esas dos figuras que respaldaban el proyecto...

Tenía cuatro o cinco ofertas de Segunda B y el que entonces era mi representante no quería que viniera... Pero un día en Lleida, en el río, le dije a mi novia ‘oye, me apetece’. Veníamos de Melilla, de un sitio lejano... Me apetecía vivir lo que iba a pasar, ya había unos ocho mil abonados... Quedaba a jugar a tenis en Benicàssim con Lolo, mi mejor amigo, y me insistía, ‘¿te imaginas?’ Todo fue sumando, también pregunté a mi suegro y me dijo ‘si crees que vas a disfrutar, ni lo pienses, da igual la categoría’.

P: Y el primero fue un año bonito.

Lo recuerdo con mucho cariño, ese año y ese ascenso. Mira que tuvimos momentos difíciles, con cambio de entrenador, con esos dos partidos en casa contra Borriol y Recambios Colón que fallamos y se nos va la Liga... pero ese equipo, esa comunión que tuvimos con la gente, era todo mucho más cercano. Fue de los más bonitos.

P: Con presión, también. 

La había, mucha. Ese año de la llegada de Vicente (Montesinos), con más de 12.000 socios. Todo el mundo decía ‘este es el año’, pero había que trabajar mucho, ir a campos jodidísimos. Lo bueno es que ese equipo se adaptó rápido, y había 3 o 4 ‘locos’ que iban a lo que fuera. El Levante al final nos sacó un punto, pero pese a ello el último día de Liga en Alzira estábamos todos convencidos de subir. El play-off fue jodido, sobre todo Sant Andreu, un partido que siempre recordaré. Fue muy heavy, yo el último minuto lo jugué llorando. Acabó y me derrumbé: ‘esto qué ha sido’.

El delantero castellonense, felicitado por su pareja durante los festejos del ascenso a Segunda B.

El delantero castellonense, felicitado por su pareja durante los festejos del ascenso a Segunda B. / MANOLO NEBOT.

R: Y Segunda B. 

Subimos y se lía la mundial. Viene una nueva propiedad (José Miguel Garrido) con una nueva forma de trabajar y cambia todo el equipo. En la primera rueda de prensa el director deportivo dice que todo lo que no sea ser primero es un fracaso y dices ‘hostia’. Había jugadores buenos, pero nos costó.

P: Llega Óscar Cano. 

R: Óscar supone un cambio total en mi manera de ver el fútbol como jugador. No sé si quiero ser entrenador en el futuro, pero si lo soy me gustaría ser así. Tiene una capacidad dialéctica brutal, te convencía. Te quedabas embobado escuchando sus símiles, sus metáforas... y pensabas ‘tiene razón’. El primer año sufrimos, pero nos salvamos. Se adaptó a lo que había: balones a Verdú y a Muguruza, centro y remate. Nos salvamos así y la temporada siguiente es la que más he disfrutado en mi vida. Ese centro del campo con Rubén (Díez), Jorge (Fernández), Carles (Salvador) y Cala (Josep Calavera): hacía tiempo que no veía jugar así a fútbol.

P: Si Cano le impactó, me consta que usted también le sorprendió gratamente como futbolista. 

R: Él me comparaba con cosas que podía hacer Benzema y yo le decía ‘estás chalado’. Yo también me veía como un delantero alto, tronco, de ganar balones aéreos y poco más, pero con él empiezo a entender, a combinar, a bajar para recibir, con César (Díaz) que era el que rompía al espacio. Óscar me dice que me olvide de números y de tópicos y me pide que juegue, que me relacione en el campo, y a funcionar. Óscar Cano cambia mi vida.

P: Con él, vive las dos grandes luchas del fútbol: para subir y para no bajar. ¿Cuál es peor? 

R: Por subir sientes presión, por ejemplo en Alcorcón, porque lo tienes a un paso, pero por bajar es más difícil de gestionar. Cuando peleábamos por no bajar, en Cuenca me dio un chungo, no me tenía en pie. El cúmulo de la tensión, la angustia...Se pasa mal.

P: Lo de tener que rendir igual jugando poco, ¿cómo se lleva? 

R: Este año ha sido el más complicado. En la jornada 25 llevaba unos 90 minutos. Juegas poco, cuando hay urgencias, pero te juzgan igual. Por mi forma de ser, eso me lo como en casa y en el vestuario sigo siendo el mismo. Al final, con ayuda de profesionales me he centrado en disfrutar y he acabado jugando más. Aquí he pasado de todo: épocas de jugar más y estar en la diana porque no marcas, o estar en la diana porque no juegas.

Cubillas celebra la victoria contra el Deportivo de la Coruña.

Cubillas celebra la victoria contra el Deportivo de la Coruña. / KMY ROS

P: Al volver, a veces parecía que sorprendía que supiera jugar. 

R: Eso me ha pasado muchas veces. Como que aquí estaba por ser de Castellón, por animar... pero al final soy futbolista y a estos niveles he estado siempre antes de venir al Castellón. El día del Nàstic, por ejemplo, fui titular y había esa sensación de ‘hombre, pues ha jugado bien’. En ese sentido, el partido contra el Dépor me da la vida. Piensas ‘oye, aún valgo’.

P: ¿Es tu momento favorito? 

R: Top 3 seguro. Ha habido ascensos, el de Segunda por llegar al fútbol profesional, pero el día del Dépor, por el rival, por cómo fue... parecía el guion de una película.

P: Si un día tiene un hijo, ¿fútbol sí o fútbol no? 

R: No lo impondría, pero me gustaría. He sufrido mucho, pero he sido muy feliz, y sé que mis padres han hecho un sacrificio de la hostia. A mí el fútbol me gusta por el grupo, el vestuario, el ambiente... Disfruto el día a día. ¿Un consejo? Que lo disfrutara, y que no tuviera miedo. Yo he llegado a jugar con miedo. Miedo a fallar, a perder la pelota. No pasa nada por decirlo. Muchas veces me he ausentado del juego por miedo y pensar que no sabes. 

El once ideal de Cubillas en el Castellón.

El once ideal de Cubillas en el Castellón. / ENRIQUE BALLESTER

P: Algunas de sus celebraciones muestran más alivio que alegría. 

R: Sí, total, Marta (su pareja) me lo dice. Es más decir ‘bua, he marcado, menos mal, no me rajéis’, que disfrutar del gol. Es alivio. Entre eso y pensar ‘aún queda mucho, aún no ha acabado el partido’. Contra el Dépor veía a compañeros bailar con el gol y decía ‘pero qué hacéis’. Lo vives con preocupación. Mi paso por el Castellón ha sido tremendamente estresante. La gente igual no lo sabe. Ser de aquí es una carga extra y me las he comido de todos los colores. Llegó un momento en el que pedí menos actos, menos entrevistas... Este año lo orienté con la psicóloga de otra manera y lo llevé mejor.

P: ¿Piensa que habría sido mejor futbolista estando en otro equipo? 

R: Lo he pensado muchas veces. En Melilla, por ejemplo, estás involucrado pero no lo sientes tanto. Aquí pierdes y te vas a tu casa y no sales de allí, a ver si te van a hacer una foto cenando o lo que sea. La presión es diferente para lo bueno y para lo malo.

P: ¿Y lo bueno compensa lo malo? 

R: Lo bueno compensa. Al 100%. Todas las muestras de cariño que he recibido, los niños, la gente que te para por la calle... Lo agradezco. Ahora quiero disfrutar después de tantos años muy intensos. Si puedo, me iré fuera.

P: Si a ese niño que empezó a jugar en el Sporting de Castellón le contarán que le iba a pasar todo lo que le ha pasado, ¿qué diría? 

R: No se lo creería. Yo era un niño muy tímido y vergonzoso. Mi padre quería llevarme a fútbol y yo le pedía que estuviera a mi lado, que lo quería ver, que no se fuera lejos. Pedro Nadal, presidente del Sporting, me trató como a un hijo. Pero si le dices a ese niño que empezó en Federativos, que aún tengo las marcas de aquellas heridas, lo que le iba a pasar, no se lo hubiera creído. Mi abuelo tampoco, tenía un bar en la Gran Vía y le encantaba el fútbol. Me daba mil pesetas por tres goles y otras mil si marcaba con la zurda. Tengo dos espinas clavadas: que el año de Segunda fuera el del covid y mi padre no pudiera viajar; y que mi abuelo falleció justo la semana en la que firmé por el Castellón. Ya estaba mal, con alzheimer, y fue una pena. Le dediqué mi primer gol.

P: ¿Y el futuro con Voulgaris? 

R: Ha venido alguien con dinero y con ganas de invertirlo y hacer algo importante en el Castellón. El futuro lo veo asegurado. Yo soy algo más clásico con el fútbol, pero su forma de trabajar es tan válida como cualquier otra.  

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