Más allá de la maquinaria para la cerámica
Kerajet, la empresa de Almassora que pone color a todo tipo de materiales
La compañía revolucionó hace un cuarto de siglo la impresión digital

Manolo Nebot

La marca Kerajet es una de las más representativas de la maquinaria para la cerámica, y su gerente, José Vicente Tomás, explica que en cada hogar «seguro que hay productos hechos con máquinas fabricadas por nosotros». Cada año, gracias a su tecnología, se fabrican «300 millones de platos decorados, que se pueden encontrar en un hipermercado o una tienda de bricolaje». También hay prendas de ropa estampadas. O parqués y baldosas cerámicas.
Es la historia de una compañía que nació como una empresa de ingeniería informática y que hace 25 años revolucionó la impresión digital en la industria. Ahora aporta su tecnología para dar color a todo tipo de materiales. En estos momentos tiene instaladas cerca de 5.000 máquinas por todo el mundo, con un elevado componente de innovación, para diferenciarse de sus competidores.
El primer gran desafío
José Vicente Tomás cuenta cómo su producto más rompedor surgió de un desafío. «Empezamos a hacer máquinas fresadoras para hacer relieves en piezas de cerámica; era un avance porque los azulejos dejaban de ser planos y adquirían texturas, pero no teníamos tecnología para decorarlos».
De ahí que sus clientes «nos preguntaran qué podíamos hacer». Así que, en 1998, desarrollaron un prototipo inicial, y en la feria Cevisama de 2000 «presentamos la primera máquina de Kerajet», recuerda. ¿Qué la hacía diferente en el competitivo sector cerámico de Castellón? Tomás responde que aportaba “versatilidad, porque en la impresión digital se pueden hacer diseños diferentes, con un producto de calidad y más diferenciado, y esto expandió nuestra tecnología a nivel mundial; todos querían hacer cerámica sin la repetición de diseño de las tecnologías anteriores”.
Vender a todo el mundo
El éxito fue rápido, y en pocos meses «empezamos a exportar máquinas», relata, mientras recorre las naves en las que se crean estos ingenios. «Primero en Italia y Portugal, y luego en México y Brasil». En estos cuatro países cuentan con delegaciones, a las que se suma otra en China. Como suele ocurrir, pronto surgieron competidores que ofrecían soluciones parecidas a las suyas. Por eso, el gerente expone cómo «hemos seguido avanzando, marcando las novedades, y nuestra voluntad es seguir en el I+D+i, que es lo que nos gusta: tener mejores máquinas, fabricar cosas que pueden ser interesantes, acertando más o menos… Siempre digo que somos una empresa que tiene ideas y suerte, porque los hay que desarrollan cosas innovadoras, pero luego no se las compran».
En la actualidad, Kerajet tiene cerca de 300 trabajadores. La gran mayoría en su cuartel general de Almassora, mientras que un centenar está repartido en sus delegaciones. «Además, disponemos de distribuidores en muchos países, en función de los sectores que requieran de nuestras máquinas», menciona.
Diversificación
Uno de los momentos clave en la evolución de esta compañía llegó hace una década. José Vicente Tomás reflexiona que para dar continuidad y crecer «teníamos que diversificar». Por eso, además de crear máquinas de impresión digital para la cerámica «pasamos al textil, y luego en aplicaciones con tintas ultravioleta y soluciones centradas en la fabricación de vajilla». El último paso fue la decoración de vidrio, mediante la adquisición de Dip-Tech, una firma procedente de Israel. «Esto nos ha permitido crecer de forma rápida, gracias a las 400 máquinas que tenían a nivel mundial». Eso sí, la fabricación se movió a España, porque «somos más eficientes que produciendo allí y podemos ser más competitivos».
Su abanico de posibilidades no se limita a estos campos. Todos los productos que ellos realizan con cerámica se testan con piezas fabricadas en un horno eléctrico. Una alternativa a los habituales hornos de gas natural y una posible solución a la encrucijada de tener que descarbonizar la industria. Ahora también avanzan con la impresión sobre materiales plásticos.
Fabricación de microchips
Uno de los aspectos que mejor explican sus ganas de evolucionar tiene que ver con la producción de microchips, un terreno dominado casi en exclusiva en China. Para José Vicente Tomás, «si lo pueden hacer ellos, por qué no nosotros». Cree que los europeos «debemos plantar cara y hay que invertir en desarrollo y diferenciarse». Una gama que surgió de la necesidad derivada de la pandemia, «cuando tuvimos problemas de distribución», tal y como les ocurrió a otros tantos sectores industriales. Del mismo modo que tuvieron que ingeniárselas con la fresadora para la cerámica, hicieron lo mismo con los desesperantes retrasos a la hora de tener microchips. Una constante en esta industria proveedora de industrias.
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