Los restaurantes más confortables y de mayor presencia no han sido siempre los más populares. La cocina popular depende siempre del cocinero y de los comensales. Vicente Cuenca era el dueño de lo que se solía llamar una taberna, en el Grao de Burriana, durante los años 70 y 80, donde la ambigüedad mezclada con la tradición aportaba platos que hoy en día forman parte de una tradición que se ha exportado al resto del país. Tener mesa en Casa el Tort para algunos dependía de las influencias, posiblemente porque no conocían a Vicente.

Un día, el pintor Amat Bellés y un servidor decidimos comer en Casa Vicente e insistimos en conocer el secreto de su cocina, sobre todo el por qué los fideos quedaban tiesos cuando la fideu se presentaba en la mesa. Sujetar la paella o darle firmeza en la mesa dependía simplemente de tres trozos de pan situados en el tablero. En cuanto a la calidad del pescado, salimos a la calle, y Vicente nos mostró su motocicleta, con la que iba a la lonja a comprar el pescado fresco. Éste era el secreto y esta historia forma parte de la promoción que hoy en día no tiene esta ciudad.