Burriana vivió ayer la primera noche de fiestas dentro del ejercicio fallero del 2008. La Nit de la plantà sirvió para que algunos artistas falleros dieran los últimos retoques a sus monumentos y para que la localidad ofrezciera sus exquisiteces culinarias más tradicionales. El arte y la gastronomía convierten esta primera jornada en una tradicional fiesta en la que las comisiones abren sus puertas para recibir a ciudadanos y forasteros.

Las reinas falleras de la ciudad, Beatriz González y María Franch, acompañadas del alcalde de la ciudad, José Ramón Calpe, la corporación municipal y los invitados políticos de otras localidades, visitaron las 17 comisiones falleras. En ninguna de ellas faltó el tradicional buñuelo y la mistela para acompañarlo.

FIESTA Y COMIDA En cada comisión siempre hay un buen cocinero que se encarga, desde primera hora de la mañana, de preparar todo tipo de comida. La jornada comienza con el tradicional almuerzo, al que le siguen los guisos en la plaza de Chicharro. Por una parte, Forcada ofreció un guiso de anguilas; el Club Ortega, la tradicional comida de corfa; y el barrio Raval una paella monumental para todos los vecinos. Al mismo tiempo, en el Club 53 se podia disfrutar del tradicional vermut.

Todas las comisiones tuvieron su mesa a disposición de quienes se acercaban a recoger el buñuelo para dar la bienvenida a la fiesta. Por ejemplo, la Sociedad de Cazadores ofreció una torra de llonganises i botifarres a las tres de la madrugada. El mismo producto preparaba la falla de la plaza Chicharro. A la fiesta gastronómica se unieron el barrio la Vila, la falla de la Merced, el Raval, el barrio Valencia, el barrio de Onda, la Bosca, Calatrava y l´Axiamo. Todos ellos repartieron buñuelos, longanizas y todo tipo de bebidas. La Mota cumplía su 75° aniversario; y San Blas, a la entrada de la ciudad, daba la bienvenida a los visitantes.

Por su parte, Don Bosco ofreció a todo aquel que quisiera la posibilidad de cenar con los falleros. La comisión hizo una cena de plantà abierta al público y, posteriormente, cerró la fiesta a altas horas de la madrugada con una orquesta. El Club Ortega, que la noche anterior concentró a miles de jóvenes en el Pla, ofrecía buñuelos recién hechos y, como todos los años, hubo sorpresa. Sobre las cinco, Pedro, gerente del restaurante El Morro, llegó con su arroz negro. Un manjar que disfrutaron cientos de jóvenes y no tan jóvenes, aunque no tuvieran las papilas gustativas en el mejor estado.

Una noche, en la que los artesanos daban los últimos retoques a sus monumentos, ya que a las ocho de la mañana concluía la Nit de la plantà y comenzaba el recorrido del jurado.