Las primeras tortugas autóctonas ya residen en la reserva de galápagos que se ha construido expresamente para ellas junto al Clot de la Mare de Déu de Burriana y en lo que significa una inversión millonaria para preservar una especie amenazada y protegida.

Una pequeña parte de la colonia de esta especie de reptiles quelonios que habita en lo que en el futuro será el Golf Sant Gregori ya se ha desplazado hasta su nuevo y definitivo emplazamiento. Para ello, se han escogido ejemplares de diferentes sexos y edades, con la finalidad de analizar su adaptación al nuevo ecosistema reproducido para ellas.

Los trabajos de construcción de la reserva concluyeron con el inicio del verano, pero se dejó para después de la época estival la introducción de los primeros 50 ejemplares, lo que representa en torno al 10% de la colonia censada en Burriana, que se cifra en unas 500. Para septiembre se preveía, como así fue, que en la reserva ya se dieran las condiciones idóneas de comida y oxígeno en el agua que garantizaran la supervivencia de las tortugas. No obstante, la temperatura ambiental y la ausencia de precipitaciones llevó a retrasar unas semanas la introducción de los animales.

CONDICIONES // En estos momentos, el agua ya está al mismo nivel que en el Clot de la Mare de Déu y la vegetación, compuesta por juncales, eneales y carrizales, ha alcanzado una altura considerable. El proyecto de la reserva del galápagos tiene un coste de medio millón de euros, a los que hay que sumar los cerca de 2,5 millones en que se han valorado los terrenos en los que se asienta este espacio, que ocupa una extensión de unos 70.000 m2 --equivalente a la superficie que ocuparían siete campos de fútbol-- únicamente para las tortugas, que formará parte del bosque de ribera que, junto al futuro campo de golf, servirá para aislar el paraje municipal protegido del Clot de la Mare de Déu del resto del programa de actuación integrada (PAI) de Sant Gregori, que ocupará una basta extensión de hasta 2,5 millones de m2. H