Almassora guió a los de Germán Vidal entre sus riñones. Esa zona que cuando duele es signo de cansancio, de trabajo, de sacrificio, incluso. No es fácil mantenerse entre las astas de los toros como tampoco lo es mantener una ganadería durante cien años. Bien lo saben los corredores de encierros y las tres generaciones de la casa de Cabanes, a la que ayer se le brindó la apertura de la Feria Taurina del Roser.

La “estrecha vinculación” de la ganadería que hoy dirige Germán Vidal Segarra con Almassora fue el motivo para elegir 12 toros del hierro para encarnar los dos encierros y dos desencierros programados. Pasaban poco más de cinco minutos de las 11.00 horas cuando la carcasa dio autorización para abrir el portón de corrales al primer encierro, compuesto por seis astados de pelaje negro y tres mansos. Tras desembocar en los corrales provisionales, los mismos animales realizaron el recorrido a la inversa.

Los balcones de las casas volvían a lucir llenos para ver el segundo encierro. Una carrera con menos emoción en la que la manada se mantuvo estirada, permitiendo tocar pelo a los aficionados sin ponerles dificultades.

La 4º generación de Germán Vidal ya ha tomado las riendas. De momento tan solo la del ganado manso en una clara muestra de afición. Ya hay otro Germán Vidal esperando coger el testigo. Y también Greta Vidal. El futuro de la GV está asegurado. H