Pocos lo saben, pero cada vez que un vehículo accede al parque natural de Irta se activa un contador que mide la asistencia a este espacio, situado entre Peñíscola, Alcalà y Santa Magdalena. Según las conclusiones de los responsables del paraje, sería aconsejable reducir el tráfico motorizado para rebajar el impacto que genera el turismo. La directora, Aurora Quero, avanzó los propósitos de este plan en Santa Magdalena, durante la presentación de la memoria correspondiente al año pasado. «La idea es que estas limitaciones sean en los meses y horarios de mayor afluencia, por lo que queremos negociar con todas las partes y convocar una junta rectora», explicó. En cambio, los propietarios, usuarios autorizados y discapacitados seguirán teniendo el acceso libre.

Las estadísticas ofrecidas en el resumen del 2016 revelan que el número estimado de visitantes fue de 116.610 personas. De ellas, casi el 90% acudió en vehículos a motor. «Pensamos que hay demasiados coches y un deterioro que se aprecia en los márgenes del sendero de la costa y en aquellos puntos donde se aparca fuera de las zonas habilitadas, lo que incluso puede crear problemas de evacuación en caso de emergencia», detalló. La intención expuesta por la directora «no pretende impedir la asistencia a las calas, pero sí sustituir el transporte privado por uno público, que acerque a los bañistas; o incluso la presencia de empresas de alquiler de bicicletas en la entrada».

PLAZOS

Por el momento, se trata de un proyecto «de fomento del turismo sostenible», pero que está a expensas de acuerdos. «Para este verano no será posible, pero barajamos poderlo hacer a partir del 2018», indicó Quero a los presentes en la reunión. La memoria del pasado año incluye las labores de mantenimiento desarrolladas por la brigada del parque, así como los tratamientos para reducir la población de procesionaria. Las inversiones realizadas ascendieron a 215.000 euros.