Pocas cosas mantienen tanta pureza como la Vila de Almassora en fiestas. Mientras el mundo se vuelve loco, la ciudad abre la puerta de chiqueros para volver a sus orígenes. Para evadirse en lo posible de lo ajeno. No del todo. Como muestra, las banderas de España que lucían en el recinto fruto de la situación actual.

Cuando Pablo Gil, de la Comissió del Bou, colocó la tablilla de Antílope en la fachada de Ca la Vila, dio inicio un nuevo ciclo taurino. Faltaba poco para las 18.00 horas y, por tanto, ver a Palacios en puerta y bandera en mano para recibir al primer toro de la feria, de la ganadería de Santiago Domecq. Le insistió con la tela César al número 22, que buscaba salida, pero lo mejor lo firmó a pelo, justo debajo del cadafal correspondiente al Ayuntamiento.

Desde allí presidieron la tarde la alcaldesa, Merche Galí; y la concejala de Fiestas, Isladis Falcó, acompañadas por miembros de la corporación municipal. Delante de ellas se situaron la reina, Paula Cubertorer, que seguía la exhibición junto a sus damas: Alba Caravaca, Mónica Moral, Irene Delgado y Andrea Sánchez. Todas ellas fueron ataviadas con el correspondiente traje campero.

DESARROLLO / Antílope salió hacia la Picaora, donde le probaron la embestida los rodaors, destacando a gente tan emblemática como Rafa Lorite a la rodada, o a Palacios toreándolo con la chaqueta ya en la plaza Mayor. Precisamente el recortador de la peña San Fermín se vio obligado a refugiarse en el burladero de la l’Aberració. Justo la entidad de Lorite fue la patrocinadora del primer animal de la tarde, con los colectivos de T’empujen, Amigues del Bou --que ayer sábado celebró su quinto aniversario--, El Retiro, El Perico y El Refugio.

El casal de San Fermín, que este año cumple 10 años, fue la salvación ayer de más de un rodaor en el segundo de la tarde, perteneciente a la ganadería José Luis Pereda. Antes de eso, Banderilla, financiado por las peñas El Polp, El Bocao, Gamusinos, La Pirula, La Jerga, El Deklive, La Trieka, La Kliba y La Discordia, salió a la arena a las órdenes de Julián Marín, que lo templó con sendas rodadas en el centro del ruedo también bandera en mano.

El número 74 se resistió a salir de la plaza, pero arrancó con fuerza hacia la calle San Vicente, con el consecuente apuro para los aficionados que se encontraban en el estrecho vial que los conecta. Una chaqueta hizo el quite divino en esta ocasión. El animal basó la mayor parte de su actuación en el carrer Major, donde fue seguido por numerosos aficionados. La tarde continuó con vacas a partir de las 19.00 horas. Los aficionados ya esperan con ganas las emociones que les tiene preparada la semana taurina.