Era el 1 de septiembre de 1413 cuando un fraile dominicano, de nombre Vicent, ya viejo y cansado...». Así empezó el discurso del mantenedor del acto de presentación de Mar Fas, que ayer tomaba el relevo de Esther Beltrán como reina de las fiestas patronales de Sant Vicent en la Vall d’Uixó. Estas palabras son el mejor indicio de por dónde iba a conducirse la cita histórica que reunió a cientos de personas en el Auditori, porque esta joven vivirá el orgullo de representar a los festejos de su ciudad en la culminación del Año Jubilar Vicentino.

Desde abril del 2018, la Comunitat Valenciana conmemora el 600º aniversario del fallecimiento de Sant Vicent y, por eso, la comisión apostó por escoger al párroco de la Asunción, Marc Estela, --de quien depende la ermita del patrón--, para amenizar una cita que, desde el punto de vista social, es de las más relevantes de cuantas conforman el programa, el punto de partida de muchos días de actos culturales, taurinos, sociales, deportivos y, por supuesto, religiosos.

Mar Fas era consciente de tanta trascendencia. Se le notaba en la sonrisa y en los nervios, acompañada en todo momento por el presidente Carlos García y el resto de la comisión de fiestas, que ayer organizaba su primera presentación desde que se produjo la renovación hace algunos meses. Aunque, posiblemente, con las que Mar mejor pudo compartir esas emociones fue con las integrantes de su corte de honor: Clara Canós Valls y Andrea Gómez Bosch, y las niñas Valentina Coronada Roig, Emma Martínez Villalva y Paola Coronado Roig.

LA ERMITA / La emotividad fue otra de las notas dominantes. Era inevitable por múltiples circunstancias, entre ellas, que mantenedor y reina tenían una especial vinculación. «Fue la primera vallera que conocí cuando ella tenía solo 8 años», dijo. Pero su discurso fue mucho más allá. Porque Marc Estela resaltó al detalle la importancia de la ermita de Sant Vicent, templo jubilar, intentado, como manifestó, «darle voz».

«Como un niño subido en una silla que mira, medio escondido por una de las ventanas del ermitorio que se abre a la plaza», así relató cuanto une a la ciudad con su patrón, con su ermita, con los actos que arraigan una devoción que sobrevive al tiempo.