Cada nuevo temporal de mar en Nules no solo tiene un impacto físico sobre la playa y las viviendas, sino también social. Es como si el azote de las olas infligiera una nueva cicatriz en el ánimo de quienes insisten en defender lo que el Mediterráneo, ya sea a manos de Gloria, Filomena o la siguiente borrasca que vendrá, devora poco a poco.

Cuenta Vicen, propietaria de unas de las casas ubicadas a pocos metros del faro, que cada vez que alertan de temporal se le encoge el corazón: «No puedo quitármelo de la cabeza. A pesar de que toman precauciones para que el mar no entre en el interior, las terrazas dejan testimonio de que cada vez la amenaza está más cerca». Su conclusión, cuando le preguntan por la problemática de este punto concreto del litoral, es que «lo que Costas quiere es que el mar acabe tirando las casas».

La visión de otra vecina, que tiene su propiedad a pocos metros, al otro lado de la playa, justo donde recientemente crearon una serie de dunas para retener la fuerza del oleaje, es de «absoluta indignación». Como tantos otros afectados, el domingo se acercó hasta su vivienda para comprobar los daños «de esta vez». Su conclusión es que «no quieren salvar el litoral, porque ya no se trata solo de las casas, tampoco hacen nada por proteger la playa, que está desapareciendo».

Y ese es el sentir general. Nadie duda de la necesidad de construir espigones para evitar que, poco a poco, el mar siga ganando terreno. Pero sí que dudan de la voluntad de los políticos de que esa solución llegue a buen término antes de que sea demasiado tarde. Cada temporal solo hace que acortar los plazos.