Un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) dio a conocer este lunes que los terremotos registrados en el año 2013 y atribuidos inicialmente al almacén de gas Castor, situado enfrente de la costa de Vinaròs, fueron causados por el movimiento de una falla desconocida -y más profunda que la de Amposta (Tarragona)- y no a la inyección de gas realizada en la plataforma.

El resultado de esta investigación, que es la séptima que contradice que los seísmos los provocara la falla de Amposta, desmonta la acusación penal por los temblores y desmiente la tesis del mal llamado informe del Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT), ya que el centro negó su autoría, la cual es exclusiva, a título particular, de Rubén Juanes y su equipo.

En concreto, el estudio del CSIC señala que, al igual que los seis trabajos precedentes, no fue la fractura geológica de Amposta, sino otra, más honda y de la que no se tenían registros, la que causó los terremotos.

Una fractura geológica que el IGME no fue capaz de detectar

Una falla desconocida que el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) no supo detectar o no la pudo ver, lo que corrobora la complejidad de las decisiones in situ y lo difíciles de que son de detectar estos movimientos al ser fracturas profundas en este caso.

Así, si el informe Juanes, solicitado por el Gobierno central sobre el abandono del almacén, achacó la oleada de seísmos a la inyección inicial de gas que se efectuó para permitir la puesta en marcha de este antiguo yacimiento de petróleo como almacén de gas, el CSIC sitúa los terremotos a una profundidad entre 4 y 10 kilómetros, muy por debajo de donde se inyectó el gas (a 1,7 kilómetros) y demuestra que los temblores se produjeron varios días después de haber detenido las inyecciones de gas, por lo que ya estaban paradas cuando se registraron los seísmos.

Aumento de la presión

Según el estudio del organismo español, la inyección de gas, que duró 15 días, provocó un aumento de la presión que reactivó la falla de Amposta, produciendo un deslizamiento que no derivó en sismicidad, pero esto hizo que otra falla más profunda y desconocida con anterioridad se moviera por la fuerza vertical del gas, que es más ligero que el agua, lo que sí desencadenó los terremotos que se notaron en tierra.

«A la profundidad del almacén cabría esperar terremotos de baja magnitud, ya que las rocas son relativamente blandas y cuando se rompen no lo hacen de forma brusca, sino deformándose progresivamente», explicó el investigador del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) --adscrito al CSIC-- y autor del trabajo, Víctor Vilarrasa. 

Los autores reiteran que la inyección de gas había parado

El también autor del estudio e investigador del IDAEA, Jesús Carrera, detalló que los terremotos, que llegaron a superar la magnitud 4 --mayor que cualquiera de las que se han observado en almacenes subterráneos de gas--, ocurrieron «varios días después de que parase la inyección, lo que complica todavía más la interpretación de estos sismos».

La investigadora del Instituto de Geociencias de Rennes (Francia), Silvia de Simone, que colaboró en el estudio, aseguró que «se podría haber predicho la posibilidad de que se reactivara» la falla de Amposta.