Este miércoles 2 de junio se celebra en España el Día Nacional del Donante de órganos, tejidos y células. Más de 50.000 personas han donado sus órganos en nuestro país desde que se creó la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) en 1989, lo que ha permitido salvar o mejorar la calidad de vida de cerca de 116.000 pacientes. Uno de estos ‘supervivientes’ es Álvaro Grau Huguet, un vecino de Burriana de 58 años que según confiesa puede seguir viendo crecer a sus dos hijos “gracias al donante” que le salvó la vida hace ahora cuatro años y medio. “Siempre estaré en deuda con él y sus familiares, que al final son los que tienen la última palabra”, confirma.

Antes de relatar su experiencia queremos poner en conocimiento de los lectores la Asociación Valenciana de Trasplantados de Corazón y Pulmón, AVATCOR una asociación sin ánimo de lucro, constituida en el año 2011 por un grupo de trasplantados de corazón y pulmón que buscan intercambiar experiencias, y compartir actividades para ayudar a mejorar el estado físico y emocional de las personas que, gracias a la generosidad de otras, han recibido un corazón nuevo. A esta asociación pertenece Álvaro, protagonista de esta historia.

El burrianense estuvo durante tres años esperando un trasplante de corazón después de que se le diagnosticara una cardiopatía dilatada. Es decir, su corazón comenzó a hacerse grande hasta el punto que “cualquier esfuerzo era un mundo. Para ir del sillón al baño tenía que apoyarme en la pared”. Las causas de esta enfermedad pueden ser diversas, aunque en su caso todo apunta a que pudiera ser genético, pues su madre también sufre una cardiopatía, aunque de no tan graves consecuencias.

Según confirma Álvaro, su primera ‘salvadora’ estaba en casa. “La suerte es que mi mujer es médico y me cuidó desde el primer día porque mi habitación parecía una UCI”, recuerda. En el momento en el que su esposa ya no pudo tratar la enfermedad en su domicilio fue trasladado al hospital La Fe de Valencia, donde se adelantaron los acontecimientos tras su ingreso: “Ya no reaccionaba a los tratamientos y acabé conectado a una máquina que te ayuda a bombear el corazón, llamada ECMO. El problema es que cuando te la instalan tienes los días contados porque todos los órganos se degradan muy rápidamente. El paciente que más duró con esta máquina en España aguantó 15 días, pero lo normal es fallecer en una semana”.

Se activó por tanto la cuenta atrás para este burrianense, que tras ser sometido a una intervención quirúrgica de cuatro horas un lunes, cinco días más tarde, un sábado, recibió la esperanzadora noticia de que había un corazón disponible para él: “Estaba en Código 0 de trasplante. Es decir, que el primero que apareciera era para mí por la gravedad de mi estado. Cuando apareció el donante y vieron que era compatible me operaron. Era la última bala”. Por fortuna este recurso funcionó, pues cuatro años más tarde Álvaro puede seguir disfrutando de sus dos hijos, su esposa, familia y amigos, entre los que se cuentan los miembros de la citada asociación Avatcor: “Si no fuera por los donantes y sus familiares, que al final son quienes autorizan la donación, muchos no estaríamos aquí. Ahora nos dedicamos a acompañar a los enfermos que están como estábamos, a darles ánimo e información”.

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A Álvaro un donante le salvó la vida y nunca lo olvidará. Es cierto que ya no puede trabajar como técnico de mantenimiento en una empresa azulejera como antes de que apareciera la enfermedad, pues posee “una invalidez total”, pero como destaca: “Dentro de todo, estoy vivo”. Que ya es bastante.

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