«Ya tocaba». Tras un «desastroso» 2020, en este caso no por la irrupción del coronavirus, sino por la pobre campaña de cereza temprana, en la que solo pudieron recolectar 3.000 kilos, los agricultores de la Salzadella (epicentro provincial de este cultivo) ven este año cómo la producción ha remontado el vuelo y esta temporada, que comenzó el 11 de mayo, será mucho más fructífera.

Hasta el punto de que la cifra habla por sí sola: prevén recolectar 100.000 kilos, lo que equivale a un aumento de un 3.200% (320 veces más) respecto al balance de hace 12 meses.

Es la estimación que realiza el presidente de la cooperativa San Blas de esta localidad del Baix Maestrat, José Luis Vilaplana, quien pone en valor que esta vez las condiciones meteorológicas han sido más amables para el sector, sobre todo, «el frío de las nevadas de invierno» y que «no lloviera durante la época de la floración», lo que ha favorecido la «polinización» del cerezo, por lo que esperan una cosecha «muy buena».

Aumento exponencial, pero sin estridencias

Pese al aumento exponencial respecto a la pasada campaña, el agricultor matiza que el incremento parece que sea mayor porque la última temporada fue «la peor en muchísimos años», pero lo cierto es que solo ha sido una vuelta a la normalidad. «No había que correr mucho para superar ese registro, pero lejos quedan ya los 500.000 kilos que distribuíamos hace 20 años», recuerda. 

La bajada drástica de la producción que arrastra la cereza durante las últimas décadas ha provocado que la cooperativa lleve «un par de años» sin exportar, cuando no hace tanto era costumbre comercializar el fruto en mercados como Francia, Alemania o Reino Unido, donde estaba muy demandado.

Peor suerte en el Palancia

Aunque la Salzadella es por excelencia el principal foco cerecil de Castellón, hay otros puntos en los que también hay tradición de cultivar estos productos. Uno es Villamalur, donde Juan Miguel Salvador es uno de los agricultores que trabaja para recuperar la antigua cereza de este municipio del Alto Palancia, después de que «la gente se haya hecho mayor» y «muchos ya no quieran seguir con las labores del campo».

Allí, la última campaña también fue «muy mala» y, aunque este año parecía que iban a haber brotes verdes, las lluvias del fin de semana del 22 y 23 de mayo causaron estragos. «El 80% de la cereza temprana se fue al aire y estamos hablando de entre 6.000 y 7.000 kilos que se han perdido», lamenta Salvador.

Una agricultura coge cerezas en Villamalur. Juan Miguel Salvador

Unas precipitaciones que, en la misma comarca, en Caudiel, también echaron por tierra las esperanzadoras previsiones. «El campo estaba impresionante y pintaba muy bien, pero las lluvias han hecho mucho daño», confirma el alcalde, Antonio Martínez, que también tiene cerezos.

De hecho, este sábado tendría que empezar la popular feria de la cereza de Caudiel, que han tenido que suspender por el covid por segundo año consecutivo. Como curiosidad, hay que destacar que, tras aliarles los alcaldes de la Salzadella y Caudiel, el año pasado hubiera sido el primero en que ambos municipios celebran sus tradicionales muestras cereciles sin solaparse (siempre solían coincidir el mismo fin de semana), pero tendrán que esperar al 2022 para ver cómo cada una se convierte en el epicentro provincial de cerezas en días separados y así salir todos ganando.

En la Jana, Enric Simó cultiva cerezas ecológicas, que se diferencian principalmente respecto a las normales al contar con un certificado y no usan «herbicidas ni tienen ningún elemento químico», destaca. Después de un último año «catastrófico» en el que no hubo «nada de nada» de producción, ahora se muestra optimista y define esta campaña como «media y tres cuartos»

Los ínfimos precios, una batalla perdida

Otra batalla con la que deben lidiar los agricultores es la de los precios, cada vez más bajos. Ahora mismo el dinero medio que reciben por un kilo de cerezas es de 1,5 euros y en el mejor de los casos, 2, aunque son conscientes, que al ser «un fruto tan delicado», en cuestión de días ya estarán ya a un precio inferior. Sin embargo, ayer este periódico pudo comprobar en primera persona cómo en un supermercado de la provincia, de referencia a nivel estatal, vendían el kilo a 5,99 euros. «No hay derecho, es algo que quema y frustra mucho. Ante esta situación, la única solución que tenemos es hacer más y más kilos, porque los precios por los que vendemos las cerezas son irrisorios», denuncia Vilaplana.