Cuidar y mantener el campo no es sencillo: requiere tiempo, dedicación y recursos, algo que todos no pueden permitirse. Es lo que le pasó a Leonor Gorrea, una vecina de la Salzadella que, viendo que el coste de mantenimiento era superior al precio que los intermediarios y mayoristas pagan, estaba convencida de que, pese a ser una tradición en casa durante décadas, no le quedaba otra que vender los cerezos para evitar que sus campos con árboles frutales se echaran a perder.

Sin embargo, tras darle muchas vueltas, la familia Gorrea Montull gestó un proyecto en el 2016 para asegurar la pervivencia de los cultivos sin tener que renunciar a su titularidad. Y esa idea no fue otra que animar a la gente a apadrinar sus cerezos y poder formar parte de la familia directamente desde el campo.

Los más jóvenes se lo pasan en grande aprendiendo a coger cerezas directamente desde el árbol.

El procedimiento es muy sencillo. Los interesados pagan una cuota anual de 20 euros que les permite ir a pasar un día en familia a la Salzadella a disfrutar de la experiencia de recoger cerezas y poder quedarse hasta 6 kilos, además de tener la opción de comprar más a la familia si así lo desean durante su estancia.

Cerezos personalizados

Más allá de la originalidad de la propuesta, lo peculiar es que cada padrino que forma parte del proyecto tiene su cerezo personalizado, ya que, además de recibir un certificado que acredita su mecenazgo, el árbol que financian queda bautizado a su gusto. De este modo, cuando van in situ a la Salzadella a recolectar los frutos, cada cerezo luce un cartel con el nombre de su particular mecenas.

La persona que lo apadrina elige el nombre que quiera para el cerezo.

La persona que lo apadrina elige el nombre que quiera para el cerezo.

Además, si resulta que no puede desplazarse hasta la localidad del Baix Maestrat por el motivo que fuese, la familia, como señal de agradecimiento por la colaboración, envían a los padrinos dos kilos de cerezas a domicilio.

Más visitantes de Cataluña que de la provincia

En el día que acuerdan fijar las actividades (suelen ser dos fines de semana al año, en mayo, coincidiendo con la campaña), además de poder pasar el rato que quieran recolectando las cerezas, organizan visitas turísticas y culturales por la comarca para dar a conocer la provincia de Castellón.

La familia Gorrea Montull, impulsora del proyecto.

La familia Gorrea Montull, impulsora del proyecto.

Y es que, como confiesa uno de los responsables del proyecto, Carles Gorrea, hay bastante tirón de visitantes de Cataluña. «Viene gente de Barcelona, Sabadell, Sant Cugat... Prácticamente hay más padrinos de allí que de la propia provincia, y actualmente tenemos entre 70 y 80», relata.

Único objetivo: que el campo sobreviva

«Nuestro objetivo no es ganar dinero con esto, es simplemente no abandonar el campo. Todo lo que se recoge de las aportaciones de los padrinos se invierte en los terrenos»

El proyecto, que cuenta con una página web propia (apadrina-un-cirerer.webnode.cat) en la que cuelgan noticias, fotos de los socios junto a su cerezo apadrinado e información para los interesados, nace por y para evitar que los cultivos desaparezcan. «Nuestro objetivo no es ganar dinero con esto, es simplemente no abandonar el campo. Todo lo que se recoge de las aportaciones de los padrinos se invierte en los terrenos», comenta Carles.

Los padrinos pueden coger directamente del árbol hasta seis kilos de cerezas.

La cuota de 20 euros está fijada para compensar los costes que les supone el mantenimiento de los 150 cerezos, de lo que se encarga gente del pueblo, de manera que los únicos ingresos reales son lo que ganan vendiendo los frutos que queden por coger.