Molestos quizá para algunas personas o una brújula audible para otras, lo cierto es que, pese a que con las nuevas tecnologías ahora sea suficiente mirar un segundo el móvil para saber la hora, los tañidos de las campanas siguen siendo aún en la actualidad un elemento urbano básico para muchos vecinos, que los usan como una referencia temporal clave para sus actividades del día a día.

Que se lo digan, si no, a los vecinos de Almassora, que desde hace varios días han visto alterado el patrón que guiaba su rutina en, por ejemplo, las visitas al mercado, al ayuntamiento o a los distintos comercios, bancos y oficinas del centro de la localidad. Unos quehaceres diarios que se venían rigiendo por el particular sonido de los avisos horarios que se emitían desde el campanario de CaixAlmassora: una campanada para cada cuarto de hora y otra de un tono distinto, más grave y pausado, para cada hora, además de las populares repetidas

El repentino cambio en los tañidos altera el día a día de muchos residentes a la hora de hacer sus recados

Así, a las doce del mediodía o a las doce de la noche, podían llegar a juntarse los cuatro cuartos más las doce horas y las repetidas, hasta contabilizar 28 tañidos. El cielo se inundaba entonces con ese particular sonido y los peatones giraban la cabeza para escuchar, y no pocas veces, ver el reloj de la torre situada en el cruce entre las calles Trinidad y l’Alcora (hoy Santa Quitèria). Pero, ahora, no obstante, solo suenan una vez cada 15 minutos, dos a los 30, tres a los 45 o cuatro veces cada 60 minutos, suprimiéndose las correspondientes a las horas. Es decir, se escuchan las mismas campanadas a la una, a las cuatro o a las nueve, por ejemplo, lo que hace imposible identificar qué hora es guiándose y tomando como única referencia el tañido de las campanas, como muchos aún seguían haciendo.

Los desaparecidos completos avisos horarios se habían impuesto en la vida almazorense desde mayo de 1929, cuando se inauguró la sede social de la entonces Caja Rural San José, edificio diseñado por el arquitecto Joaquín Dicenta, de estilo neorococó y bien de relevancia local (BRL), pero cobraron un protagonismo especial cuando una avería dejó mudos durante muchos años el campanario de la parroquia de la Natividad, construido en el siglo XVIII y ya felizmente recuperado. 

Las señales horarias que se emitían desde la centenaria Caja Rural tampoco eran en realidad las de una campana al uso, sino fruto de un sistema de martillo cuyo sonido fue afinado personalmente por el prestigioso músico local Enrique Agut. Una vez al año, técnicos especializados corregían también una incorrección mecánica que le llevaba a adelantar su horario y, de esa forma, adaptarlo de nuevo al oficial.

Los avisos horarios venían sonando desde mayo de 1929, cuando se inauguró la sede social de la entonces Caja Rural San José

En aquellos primeros años de funcionamiento, tan particulares campanadas congregaban al alba a los labradores que se ofrecían para salir a recolectar naranja, así como a todo tipo de tareas agrarias. También fue desde donde se asumió la moda de celebrar los cambios de año por los jóvenes cada Nochevieja en el Raval, por encima de campanarios de mayor antigüedad como el de la plaza de la Iglesia o más modernos como el de la plaza Santa Isabel.

No pocos vecinos agradecen ese descenso de la contaminación acústica en el centro neurálgico de Almassora, pero no cabe duda de que esta repentina supresión de los avisos horarios completos de las campanas que coronan la sede de CaixAlmassora no ha pasado desapercibida y ha generado no pocos debates entre la ciudadanía.