Si un cineasta ha puesto en valor la condición de plató de Peñíscola, ese ha sido, sin duda, el añorado director de cine valenciano, Luis García Berlanga. En la ciudad amurallada rodó dos de sus películas: Calabuch, en 1956, y París-Tumbuctú, en el año 1999.
Pero el estrecho vínculo que une a Berlanga con Peñíscola va más allá de haber elegido a la Ciudad en el Mar como parte importante de su particular universo cinematográfico. El insigne director regresó más veces a la localidad del Baix Maestrat y se fraguó un idilio mutuo que perduró durante muchos años.
Firmemente convencido de que el considerado uno de los pueblos más bonitos de España debía ocupar un puesto destacado en el mundo del celuloide, fue uno de los impulsores del Festival Internacional de Cine de Comedia de Peñíscola y su apuesta e incansable labor le valieron para ser elegido, por méritos propios, presidente honorífico del certamen que, durante dos décadas reunió a grandes figuras del mundo del cine e, incluso, la obra maestra de Berlanga, Calabuch, dio nombre a los galardones del prestigioso festival.
En el año en el que se celebra el centenario del director valenciano, Peñíscola no ha querido dejar pasar la ocasión de rendirle tributo y, estos días, acoge el rodaje de un documental sobre la filmografía y la biografía del cineasta. Así, el castillo del Papa Luna o la playa de las Viudas de la localidad se suman a espacios tan emblemáticos como el Museo del Prado de Madrid o el Palacio de Linares, también en la capital, donde se ha rodado la película dirigida por Rafael Maluenda, uno de los mayores conocedores del universo berlanguiano. «Peñíscola fue la ciudad soñada por el maestro y debía tener un papel especial e importante en la obra», explica Regina Enguídanos, productora ejecutiva.
Grandes directores de la escena nacional, actores como Antonio Resines o Guillermo Montesinos y la propia familia del homenajeado participan en el rodaje del documental que estrenarán en octubre en los cines.
