Burriana llora la pérdida de otra arraigada comunidad religiosa en la ciudad. Las monjas dominicas abandonan el convento en el que han permanecido durante más de 130 años de oración y vida contemplativa. Un cierre precipitado por la falta de vocaciones y la necesidad de reagrupar la congregación en otras comunidades. La despedida de la última hermana que quedaba entre los muros de tan querido monasterio, Sor Enriqueta, se selló con una eucaristía esta semana antes de partir hacia el nuevo destino en Orihuela.

En declaraciones al Mediterráneo, la monja se deshizo en agradecimientos hacia la ciudad por «todo lo vivido, y aunque me ha dado mucha pena marcharme, quiero decir que he sido muy feliz y las amistades hechas desde mi llegada hace 25 años van a ser para siempre». Aunque asegura estar bien en su nueva casa de Alicante, «no dudaría en volver a Burriana en cualquier momento».

En el imaginario colectivo de varias generaciones de burrianenses permanecerá para siempre la silueta de la abadía y la característica fachada del templo de la Sagrada Familia, sede del paso de la cofradía del Ecce-homo y casa de multitud de personas que profesan su devoción a San Martín de Porres. La visita a la imagen del más conocido en Burriana como el Beatet era muy popular gracias a que la iglesia permanecía abierta durante buena parte del día. Por el momento, la misa que se celebraba en el convento a las 8.30 horas pasará a la cercana parroquia de la Virgen de los Desamparados.

A pesar de que las religiosas llevaban una vida callada desde la clausura y de que en los últimos años llegaron a ser solo tres hermanas (sor Ana, sor Dolores María y sor Enriqueta), las muestras de cariño de los vecinos se sucedieron por el impacto en el barrio Valencia desde su llegada en 1890

Historia

El convento fue fundado por dos ilustres burrianenses, los sacerdotes José Ramón Montserrat y Juan Bautista Llopis, que construyeron el edificio en un solar del final de la calle Raval. Guillem Ríos, profundo conocedor de la historia de Burriana, explica que «en aquellos momentos esa zona era las afueras de la ciudad, con lo que el actual barrio creció a raíz de su llegada». Con esta, ya son tres las comunidades religiosas que se han marchado estos últimos años, como son los Carmelitas o las Siervas de Jesús.